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La apropiación de casas en Mariupol, el nuevo destino turístico ruso tres años después de la batalla que la redujo a escombros | Internacional

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Los habitantes de Mariupol viven una nueva pesadilla tres años después de la batalla que redujo la ciudad ucrania a escombros. Las autoridades nombradas por el Kremlin confiscan decenas de casas cada semana al declarar que sus propietarios han desaparecido. Sin embargo, muchos hogares aún tienen dueño. En algunos casos no tienen a mano los documentos porque ardieron. En otros, sus herederos los pierden porque sus familiares yacen en una de las innumerables tumbas de la ciudad sin haber sido declarados muertos todavía. Y en otras ocasiones las fuerzas de seguridad rusas deportan a sus propietarios cuando tratan de regresar a través de Rusia después de haber huido a Europa. Sobre esos terrenos del mar de Azov se alzan ahora edificios de obra nueva que son solo accesibles para los rusos con dinero.“Devolvednos nuestro piso, queremos volver a casa (2022-2025)”, dice un grafiti enorme en el barrio de Primorski, todavía visiblemente destrozado. Este mismo mensaje se repite en muchas otras paredes de la ciudad, donde “besjoz”, sin dueño en castellano, es la palabra de moda.La administración local actualiza a menudo una lista donde figuran las casas que toma bajo su control. Los afectados han perdido el miedo y dirigen vídeos públicos al presidente ruso, Vladímir Putin, y al Ayuntamiento para que no les arrebaten sus casas y construyan otra igual en su lugar si están destrozadas.La lista de espera para recibir un piso a cambio del hogar perdido es cada vez más larga. Algunos afectados denuncian que las autoridades confiscan casas para ofrecerlas como compensación a otros.“Hace falta construir 18.000 apartamentos, pero las autoridades solamente les quitan los pisos a los propietarios vivos”, denuncia un colectivo de vecinos de la calle Prospekt Pobedi en una grabación dirigida a Putin. “Los funcionarios de la ciudad no aceptan los documentos [en el extranjero] con poderes consulares de Rusia ni tampoco otra información sobre los dueños de los apartamentos. Así, con este abuso de poder se han sacado más de 9.000 besjoz”, agregan los vecinos.Un helicóptero militar sobrevuela el paseo marítimo de Mariupol.J. G. C.Otros afectados también acusan a las autoridades de apropiarse de las propiedades para repartir sus parcelas entre constructoras que luego venderán los pisos de obra nueva más caros.“En la legislación rusa no existe ninguna ley que permita la distribución gratis de terrenos entre los promotores. Están distribuyendo sin subasta las parcelas que pertenecen a los dueños de casas dañadas”, aseguran.En Mariupol hay dos tipos de edificios: los “edificios de hipoteca”, de venta libre, y los entregados a los vecinos afectados. Las autoridades han demolido 362 bloques frente a los 71 construidos desde 2022, y las obras de reconstrucción parecen no avanzar desde la última visita de este periódico a la ciudad seis meses atrás. Sin embargo, la actividad de los obreros es mayor en las obras a la venta.El gobierno impuesto en la región de Donetsk ha anunciado que “más de 500 habitantes de Mariupol recibirán un piso compensatorio en el primer semestre de 2025″. Una cifra bajísima si se tiene en cuenta que el alcalde interino, Oleg Morgun, reconoció en febrero de este año que al menos 5.600 personas siguen en lista de espera. La población actual de la ciudad, que tenía más de 400.000 habitantes de la guerra, es una incógnita.Ayuda insuficienteUna ley promulgada en diciembre establece que los habitantes de esta ciudad del mar de Azov pueden recibir un piso solamente si han adquirido la nacionalidad rusa y “han rechazado por escrito otras medidas de apoyo social”, incluido el cobro de compensaciones.“La administración paga 45.000 rublos por metro cuadrado (500 euros al cambio). No es suficiente, el coste medio de la vivienda es de 130.000 rublos (1.450 euros). Con ese dinero no comprarán nada”, dice a este periódico un agente inmobiliario local.Además, los habitantes de Mariupol parten con una gran desventaja frente a los rusos, porque los bancos solo conceden hipotecas a ciudadanos con un empleo estable. “A los pensionistas no se la dan y ya no tenemos industria aquí. Todo el mundo trabaja en la construcción, es empleo temporal”, explica esta fuente.Esta persona, como muchos otros habitantes de esta ciudad ocupada, aceptaron una casa de un tamaño considerablemente inferior y lejos de su vivienda original. “Necesitaba un techo”, explica.Las autoridades rusas tratan de reconvertir Mariupol en un nuevo destino de playa. La administración ofrece pisos a funcionarios y soldados, y los bancos rusos conceden hipotecas en la ciudad al 2%, cuando los tipos de interés del banco central están al 21%.“En los primeros años, construían más rápido, nos daban esperanzas a los vecinos. Ahora solo construyen casas de hipoteca. Se acabó el dinero y solo construyen las casas que se van a vender”, manifiesta a este periódico una vecina mayor de Mariupol.Otro vecino tenía dos apartamentos antes de la guerra. “Las autoridades nos prometieron que nuestras casas estarían listas pronto. Levantaron las fachadas, pero no hay nada dentro. Son cajas totalmente vacías”, se queja. Y agrega: “Si te acercas a mi casa, no verás un obrero dentro”.El hombre vive desde hace tres años de alquiler, la única solución que han encontrado hasta ahora los vecinos que perdieron sus casas y siguen sin techo. Su hogar estaba frente al teatro de Mariupol. Hoy es un edificio blanco de fachada impoluta a través del cual se puede ver el lado opuesto de la calle porque no hay paredes interiores.Luchar por el hogarLos ciudadanos de Mariupol se enfrentan a un laberinto burocrático kafkiano para mantener la propiedad de sus casas. Una notaria cuenta a EL PAÍS que apenas son 14 especialistas en toda la ciudad y la carga de trabajo es inabarcable.“Hay muchísimos muertos que tienen el estatus de desaparecidos y sus familiares no heredan la propiedad. Muchos datos se han perdido, como los registros de inmuebles o cuál era la última residencia del fallecido. En conclusión, se retrasa la tramitación de las herencias; la gente no puede presentar los documentos de propiedad y, si no hay propiedad, la administración notifica las casas como besjoz”, explica la notaria.Asimismo, la administración exige haber obtenido la nacionalidad rusa para mantener la propiedad del inmueble. Los consulados rusos en el extranjero no la tramitan y la única alternativa para los refugiados es volver a Mariupol con la guerra aún en curso y un destino incierto. Y si los servicios de seguridad rusos lo permiten.Un decreto de 2023 limita la entrada por avión de los ciudadanos ucranios por un único paso: el aeropuerto moscovita de Sheremétievo. Allí les espera un interrogatorio y la revisión a fondo del móvil antes de ser aceptados o vetados durante años. Hay tantos afectados que incluso han surgido grupos masivos en Telegram, como Rechazados de Sheremétievo con más de 20.000 suscriptores.“No me han dado ninguna explicación”, lamenta un deportado. Otro publica la noticia de una mujer de 24 años a la que denegaron la entrada por haber dado un “me gusta” a una publicación que decía que la ciudad de Jersón sigue siendo ucrania. Un tercero es víctima del caos postsoviético.“Me rechazaron la entrada a Rusia en Sheremétievo cuando trataba de volver a Mariupol en diciembre. Nací en Rusia, por entonces la URSS. Mis padres fueron destinados a Ucrania por trabajo”, lamenta Ígor, ahora exiliado en Alemania, al pedir consejo a otros afectados. ¿Su delito? haber renunciado a la nacionalidad rusa en los noventa porque tras el desplome soviético vivía en Ucrania y, como es habitual en otros países, “allí no reconocían la doble nacionalidad”.Otros vecinos de Mariupol que viven en la ciudad o huyeron de la guerra al interior de Rusia también han creado grupos de Telegram secretos donde cuentan sus problemas y se aconsejan unos a otros.“Demolieron por error nuestro edificio de nueve plantas cuando estaba prácticamente intacto. Después no aceptaron los documentos de algunos vecinos y a otros les correspondió un piso de 33 metros. Para los que tenían casas de cuatro habitaciones calcularon 42 metros y dos habitaciones”, cuenta una integrante del grupo.Otra afectada había recibido un piso como regalo de sus padres, pero estaba registrada en casa de su madre. “Han construido sobre mi hogar un edificio de hipoteca”, lamenta.La guerra ha alterado profundamente la población de Mariupol. Pese a las quejas por los problemas de vivienda, algunos de sus habitantes no ocultan estar a favor de su toma por Rusia.“Si no les dejan volver a Rusia es porque algo han hecho”, dice a este periódico Olga sobre sus vecinos que tienen vetado el regreso. “Durante la Unión Soviética estuve exenta de estudiar ucranio en el colegio. Para mí fue difícil tener que aprenderlo después para trabajar”, añade al explicar su rechazo.“Nuestro movimiento no colabora con medios antirrusos y la guerra híbrida que se aprovecha de la hermandad entre el pueblo ucranio y la Federación de Rusia”, responde a este periódico la responsable de uno de los chats de afectados.Aun así, las quejas por la vivienda persisten tres años después pese al supuesto milagro de Mariupol. “Esto me recuerda las historias de indios a los que prometían montañas de oro y al final les confinaban en las reservas”, protesta una mujer. “Y a mí al trato de los conquistadores españoles a los incas, mayas y aztecas”, agrega en el chat común otro perjudicado.


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