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Mario Vargas Llosa, el más español de los escritores latinoamericanos | Cultura

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En más de ocasión Mario Vargas Llosa recordó que fue en un bar madrileño en el que tomó la decisión que marcaría su destino: no sería abogado sino escritor. Corría el año 1958 y el joven peruano había llegado a la capital de aquella España franquista con una beca de posgrado para estudiar en la Universidad Complutense. Muy cerca del parque del Retiro se encontraba la pensión donde vivía y en la esquina de la calle Menéndez Pelayo con Doctor Castelo el bar Jute donde escribió el primer borrador de La ciudad y los perros. La distancia con Lima y con su experiencia en el internado militar Leoncio Prado donde estudió dos cursos en la adolescencia, le permitieron finalmente poner aquella historia por escrito, su primera novela con la que ganó el premio Biblioteca Breve y que saldría publicada en 1963.Más informaciónEn su dilatado periplo español hay dos figuras clave en la vida del recientemente fallecido Vargas Llosa que marcarían de forma imperecedera su vínculo con Barcelona: el editor de Seix Barral, Carlos Barral, y la agente Carmen Balcells. Fue ella quien a finales de los sesenta viajó a Londres para convencerle de que abandonara su trabajo como profesor de literatura en King’s College y se instalara en la ciudad catalana. Balcells, le prometió que correría con los gastos. Y Vargas Llosa y su familia se instalaron en Barcelona desde 1969 hasta 1974 en el barrio de Sarriá. Allí nació su hija pequeña, Jimena Wanda Morgana, y trabajó en dos novelas, La tía Julia y el escribidor y Pantaleón y las visitadoras, también en el ensayo La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary, y en la tesis García Márquez: historia de un deicidio, con la que se doctoró cum laude en la Universidad Complutense en 1971.La suerte de Vargas Llosa como escritor quedó sellada en esos años, fue un punto de no retorno en su formación personal y literaria. En los estertores de la dictadura y plena ebullición de la gauche divine aquella etapa barcelonesa de amistad y trabajo fue un tiempo que adquirió el carácter de leyenda, marcado por la consolidación del movimiento de jóvenes escritores latinoamericanos que propugnaban otra forma de narrar, abiertos a las cuestiones políticas del momento y firmemente empujados por una excepcional agente que supo impulsar comercialmente aquel fenómeno literario bajo la etiqueta del bum. La histórica sacudida tuvo su epicentro en Barcelona y en Vargas Llosa a uno de sus dos principales polos, siendo el premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez el otro. La proximidad entre ellos y su definitivo y radical alejamiento, tras un encontronazo en Ciudad de México, están conectados con aquella mítica Barcelona de la que marchó a mediados de los setenta para regresar a Lima después de 19 años fuera.Mario Vargas Llosa pronunció un discurso el 7 de octubre de 2017 en Barcelona tras la manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana contra la proclamacion unilateral de independencia por parte del Gobierno catalan. Luis SevillanoLondres, París y Nueva York han sido ciudades muy importantes para Vargas Llosa, un autor cosmopolita que siempre reivindicó la literatura como un territorio sin fronteras, pero con España tuvo un vínculo fundamental. Tras su fallida incursión en la política peruana como candidato presidencial en 1990 —el mismo año en el arrancó su colaboración de 33 años en las páginas de EL PAÍS con su tribuna titulada Piedra de toque— el rey de España le concedió la nacionalidad española y entró en la Real Academia Española en 1993; un año después recibió el premio Cervantes. En la calle Flora próxima a la Puerta del Sol de Madrid tuvo su domicilio cuando recalaba en España, hasta la separación de su esposa Patricia entre 2015 y 2022.Mario Vargas Llosa en Casa de América en Madrid durante la presentación de su novela ‘Tiempos Recios’ en octubre de 2018.David Benito (2019 Getty Images)Hay pocas huellas y menciones expresas a escenarios españoles en los textos de ficción de Mario Vargas Llosa. Una notable excepción es el cuento Los vientos (publicado en la revista Letras Libres en 2021) que transcurre en un Madrid distópico en el que se cierran los últimos cines y se llaman librerías a locales que poco tienen que ver con lo que el anciano protagonista ha conocido. Ese relato anunciaba los cambios que estaban por venir en la última etapa de la vida del escritor y tenía algo de canto final a Madrid. Pero quizá el mensaje más claro, valiente y contundente que dejó el premio Nobel de su profunda vinculación con España fueron las palabras que pronunció el 9 de octubre de 2017 en Barcelona en la manifestación convocada por Societat Civil Catalana. Dijo entonces: “Queremos que Cataluña vuelva a ser la Cataluña capital cultural de España, como era cuando yo vine a vivir aquí, en unos años que recuerdo con enorme nostalgia. Eran los últimos años de la dictadura franquista. La dictadura se deshilachaba y hacía aguas por todas partes. Y ninguna ciudad española aprovechó tanto como Barcelona esos resquicios de libertad para volcarse al mundo y traer del mundo las mejores ideas, los mejores libros, todos los grandes logros de la vanguardia. Por eso venían los españoles a Barcelona. Porque aquí los aires eran ya los de Europa. Es decir, los de la democracia y la civilización. Aquí, en esa Cataluña se reunieron, después de haberse dado la espalda desde la guerra civil, los escritores españoles y los escritores latinoamericanos”. Porque al fin y al cabo, fue en España donde se forjó el gran escritor peruano.


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