Barack Obama también se dejó contagiar por la fiebre de los corridos tumbados. En 2023, el expresidente de Estados Unidos incluyó en su lista de éxitos veraniegos una de las canciones de Peso Pluma, su principal exponente. No fue el único en sucumbir a un género que reventaba las listas de éxitos por todo el mundo. Dos años después, la influencia del regional mexicano no ha amainado, pero sus aristas éticas —el canto al narcotráfico, a veces para narrarlo, a veces para ensalzarlo— harán muy difícil que una figura de perfil político internacional como Obama lo reivindique de nuevo. La vieja polémica alrededor de las letras de los grupos y cantantes del conocido como regional mexicano no ha hecho más que crecer después de que Los Alegres del Barranco ensalzaran la figura del narco más buscado de México, El Mencho, con la proyección de las pocas imágenes que se tienen de él durante su concierto.La reacción traspasó fronteras. El Gobierno de Donald Trump retiró los visados de los componentes de Los Alegres del Barranco por apología del crimen organizado y en México la réplica se siente en un puñado de Estados que están vetando los conciertos. Las decisiones políticas han alimentado un debate existente desde hace años sobre los límites de la censura y la libertad de expresión, una discusión que llegó a los golpes el pasado viernes en Texcoco, cuando los asistentes a la Feria del Caballo destrozaron un auditorio después de que el cantante Luis R. Conríquez se negara a interpretar alguna de sus canciones ante la amenaza del Gobierno del Estado de México de perseguir penalmente los narcocorridos.Para algunos sectores de la población en México, la variante bélica de los corridos tumbados, los narcocorridos o sus equivalentes en otras épocas, representan una apología de los carteles, verdugos en un país plagado de muertos y desaparecidos. Para otros, son la respuesta cultural de las nuevas generaciones a dos décadas de guerra contra el narco. Diego García (30 años), cofundador del colectivo Preciosa Sangre —editores del libro El corrido es también parte del paisaje (2024)—, cree que la polémica ha escalado de forma “alarmante”. “Los corridos están narrando cosas que están ocurriendo. Sí, meten ficción, sí, meten otro tipo de componentes estéticos que no es solamente la objetividad de lo que está ocurriendo, pero al final son imprentas de la realidad, un poco en un sentido periodístico”, afirma por videollamada.Peso Pluma, durante su participación en festival Pa’l Norte, de Monterrey.Miguel Sierra (EFE)Para García, la iniciativa gubernamental México canta y encanta, un concurso impulsado por la presidenta, Claudia Sheinbaum, para promover la música sin violencia entre la juventud y luchar contra las adicciones en medio de la ola de inseguridad vinculada al narco, sienta un peligroso precedente: “Es el Estado queriendo controlar la narrativa de qué se va a contar y de qué se va a cantar. Lo que tienen de rico los corridos es que muchas veces narran cosas desde la periferia de lo oficial. El corrido siempre existe en la parte opaca del Estado. Donde no hay Estado, hay corrido todo el tiempo”, desarrolla. José Manuel Valenzuela, doctor en sociología e investigador del Colegio de la Frontera Norte, apoya la idea de Sheinbaum en la medida en que aboga por concienciar antes que prohibir: “¿Terminará con los narcocorridos? No. ¿Con la violencia? Tampoco, pero en la medida en que se construyan otras alternativas me parece correcto”.“Lo que tienen de rico los corridos es que muchas veces narran cosas desde la periferia de lo oficial”Diego García, cofundador del colectivo Preciosa SangreLa última polémica se inició por un concierto de Los Alegres del Barranco en la Universidad de Guadalajara, en marzo, en el que cantaron un corrido que homenajea al Mencho, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación, mientras mostraban fotografías del capo. A una hora del lugar, menos de un mes atrás, se descubrió un rancho en el que los hombres del Mencho secuestraban, torturaban y asesinaban. El concierto de Los Alegres llegó cuando la conmoción por el hallazgo todavía estaba fresca en la memoria colectiva. Cuando Estados Unidos, un mercado fundamental para el género, les quitó el visado, algunos artistas salieron a desmarcarse de los corridos tumbados y otros guardaron silencio para no ser los siguientes.Junior H se presentó este domingo en el Festival de Coachella, en Estados Unidos, sin cantar ni un solo corrido tumbado. A pesar de haber compartido la tarima principal junto a Peso Pluma, no interpretaron una colaboración de ambos titulada El azul, dedicada a Juan José de Jesús Esparragoza, uno de los lugartenientes del Chapo hace décadas y a quien se presume muerto. El malestar y los comentarios en redes sociales entre los aficionados del género arreció por la ausencia de la canción. Grupo Firme también ha dado a conocer que su nuevo trabajo, Evolución, no incluye corridos tumbados. A pesar de que su producción anterior retrata en tono de hazaña la vida de Ovidio Guzmán, el hijo menor del Chapo, o la del fundador del Cartel de Guadalajara, Rafael Caro Quintero, el cantante de la banda, Eduin Caz, se ha distanciado del género y ha aclarado que las canciones que incluyeron anteriormente su discografía son historias “ficticias”.Luis R Conríquez, en un concierto en Texas, en 2023.Marcus Ingram (Getty Images)Conríquez, también en el ojo del huracán tras lo sucedido en Texcoco, anticipó que hará “cambios significativos” en las letras de sus composiciones. Días antes de su presentación en el Estado de México advirtió de que “no va a haber corridos en los eventos de aquí para adelante”. “Espero profundamente que esta situación pueda ser comprendida, pues yo seguiré trabajando en mi más grande pasión, la música […] Sé de antemano, que esto es una situación compleja, porque si algo me ha caracterizado es el estilo musical con el que interpreto historias que el pueblo relata, con las que me he ganado el cariño del público”, afirmó en otro comunicado posterior a los incidentes del viernes.“Las personas que viven la violencia del narcotráfico se sienten directamente mucho más aludidas frente a lo que están cantando”Ainhoa Vásquez, autora del libro ‘Narcocultura’El gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, prohibió cualquier presentación pública que haga apología del narco. Nayarit, Guanajuato, Sinaloa, Chihuahua, Quintana Roo o el propio Estado de México tomaron medidas similares. “No sé hasta dónde más puede escalar. Si ya van a criminalizar hasta escribirlos y se van a ir contra los productores, en contra de las disqueras. No sé, por ejemplo, si nuestro libro podría entrar en el mismo espectro, si van a censurar también como temas críticos o que escriban al respecto”, cuestiona García. El editor de Preciosa Sangre cree también que las presiones estadounidenses, hallazgos como Teuchitlán y el control del discurso que ejerce Morena, el partido del Gobierno, han provocado que la actitud del público hacia los corridos tumbados esté tornándose más crítica.Ainhoa Vásquez, autora del libro Narcocultura (Paidós, 2024) concuerda con García. Plantea que los narcocorridos pasaron de ser una crónica en la que el cantante era un relator para virar hacia una posición más activa, en la que los capos son personas valientes, incluso iconos de rebeldía, que desafían la autoridad. “Todo eso hace que, aunado a lo que está pasando en México, con lo que vemos en las noticias, la gente tenga mucha más rabia. Las personas que viven la violencia del narcotráfico se sienten directamente mucho más aludidas frente a lo que están cantando, porque ya no es un hecho aislado”, explica la especialista. “Para mí es una cultura esto”, lamentaba Junior H en entrevista con la periodista Tere Aguilera estos días. “Es muy difícil apagarlo o dejar que de repente de un día para otro ya no se hagan corridos, que ya no se escuche esa música […] Es muy triste, llevamos décadas con esta música y apenas están comenzando a hacer esto”, añadía.José Manuel Valenzuela ha estudiado el fenómeno desde hace más de dos décadas. En 2002 publicó Jefe de jefes. Corridos y narcocultura en México; en 2023, Corridos tumbados. Bélicos ya somos, bélicos morimos, dos obras de referencia. El experto, como Vásquez, distingue entre los corridos que simplemente narran episodios del mundo del narcotráfico y los que los ensalzan. Aunque los narcocorridos cobran fuerza en los 70 (hay alguno incluso de la década de los 30 sobre el contrabandismo y la ley seca), considera que es a partir del sexenio del expresidente Felipe Calderón (2006-2012) cuando se recrudecen: “La enorme violencia que desató la guerra contra el crimen de Calderón tuvo su correspondencia en la condición directa e impúdica de los narcocorridos”.“El Estado no puede decidir lo que una persona puede escuchar, pero la tentación autoritaria está ahí”José Manuel Valenzuela, investigador del Colegio de la Frontera Norte Sin embargo, la influencia de los corridos tumbados “rebasa con mucho” a México, opina. El género ha dejado de ser asociado a la juventud de clase obrera sin futuro y ahora llega a “jóvenes de clases medias y altas, se transforma en un movimiento internacional, incluso en lugares donde no se habla español”. Valenzuela recuerda que “la prohibición siempre ha sido un fracaso”, y cita cuando en 1987 el gobernador de Sinaloa, Francisco Labastida, trató de prohibir los corridos “no porque contaminaran a los jóvenes, sino porque empezaban a hablar de complicidades entre el narcotráfico y la clase política” mexicana y estadounidense. “El Estado no puede decidir lo que una persona puede escuchar, pero la tentación autoritaria está ahí”.Valenzuela apuesta por regular en vez de prohibir. El Gobierno no debería vetar a Los Alegres del Barranco, plantea, pero sí evitar que toquen en una universidad pública cuando hay otros lugares para hacerlo. La música está en internet, en las calles, y de una manera u otra va a seguir escuchándose. Sería más útil, dice, que en las aulas se enseñaran las canciones desde un punto de vista crítico, “que los niños entiendan parte de lo que está pasando”. El corrido está presente en México hegemónicamente desde el siglo XIX y los grandes eventos del país han sido narrados a través de esta música. “Es como pensar que si prohibieran los corridos no habría habido Revolución en México, o que prohibir a José Alfredo Jiménez disminuirá el consumo etílico, o que prohibir a Paquita la del Barrio mejorará las relaciones de pareja”, sentencia.
Los corridos dividen (de nuevo) a México: apología del narco, la voz de la calle o censura estatal
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