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La Semana Santa de Sevilla fuera de las costuras de la religión | Cultura

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Asegura la escritora sevillana Eva Díaz Pérez en su libro Semana Santa Insólita (Almuzara) que “hubo un tiempo, no muy lejano, en el que Sevilla fue atea y anarquista, cofrade y sagrada, libertaria y tradicional. Fue un tiempo lleno de historias curiosas que se guardan en la memoria oral porque apenas se han escrito y rescatarlas es casi imposible, ya que muchos de sus protagonistas han sucumbido al tiempo y al olvido”.Efectivamente, más allá de lo que cuenta el canon ortodoxo, en los márgenes de la oficialidad, la Semana Santa de Sevilla tiene también una interesante crónica como fenómeno sociológico que explica a una ciudad a través del tiempo. Una manifestación cultural que es arte, es tradición, pero también es política, objeto de deseo para el poder y tiene tantas lecturas como espectadores de este gran teatro del mundo en el que se convierte la ciudad cada año, de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección.Más informaciónDesde un punto de vista histórico, probablemente el primer libro que hace esta interpretación de la Semana Santa como fenómeno, no tanto religioso, sino sociológico, es Teoría y realidad de la Semana Santa, del poeta Antonio Núñez de Herrera (1900-1935), que ha rescatado la editorial sevillana Renacimiento.Núñez de Herrera fue una de las plumas más heterodoxas de la Generación del Mediodía, la que recibió en Sevilla a los jóvenes poetas del 27, con quienes convivieron en aquellos días fundacionales; y se vale de la Semana Santa para interpretar a Sevilla. “Señores: van ustedes a ver cómo el sentimiento religioso resbala y se convierte en sentimiento artístico”, advierte el poeta en estas páginas escritas en 1934, en medio de la convulsa realidad social y el enfrentamiento sin cuartel que mantuvo el Consejo de Cofradías de Sevilla con el Gobierno de la República en la ciudad.Precisamente, el poeta y periodista recoge en este volumen delicioso las claves de una de las grandes contradicciones que definen a Sevilla: que la Semana Santa cautiva por igual a creyentes y a herejes, y en aquellos años, tanto a conservadores y monárquicos como a los apasionados anarquistas. “El último nazareno está contento —escribe Núñez de Herrera—. No siente haberle hecho traición a nadie. Ni siquiera a la Segunda Internacional. Él es, primero, sevillano. Por lo demás, ha cumplido con su deber. En la puerta del Ayuntamiento, unos jóvenes tradicionalistas gritaban: ¡Viva la Religión Católica Apostólica Romana! Y él fue uno de los diez mil que pusieron las cosas en su sitio: —¡No! ¡Que viva la Semana Santa! Son dos asuntos, señor”, recogen las páginas de Teoría y realidad de la Semana Santa.Portada de la reedición de la obra ‘Tradicion y realidad de la Semana Santa’ del poeta Antonio Núñez de Herrera. Editorial Renacimiento.Editorial RenacimientoHerrera describe situaciones asombrosas como las de aquel nazareno que, una vez ha terminado de procesionar, “se descalza las sandalias y las envuelve en el último número de El Socialista”, el anarquista que esconde su pistola debajo de una estampa de la Virgen de la Estrella e incluso, completamente libre de la corrección política, insinúa que la Semana Santa es, sobre todo, una fiesta hedonista, un espectáculo para los sentidos: “La muerte no es aquí más que una obra de arte. Y… ¡Alguna vez habría que decirlo! Un tema sensual. Semana Santa de pasión y no de muerte”, escribe.Un año más tarde, en 1935, el periodista Manuel Chaves Nogales, que ya vive en Madrid, baja a Sevilla a intentar, del mismo modo, aprehender el alma de la ciudad en los siete días que comprende la Pasión de Cristo. Otra fecha clave, después de dos años de boicot en el que las hermandades no procesionan por las calles en protesta por las políticas anticlericales del ayuntamiento republicano, las aguas vuelven a su cauce un año antes del estallido de la Guerra Civil y la fiesta regresa en todo su esplendor. Chaves es el enviado especial del periódico Ahora en el que trabaja, pero realmente parece una excusa del periodista para volver a vivir la semana grande de su ciudad.Recogidas en el volumen Semana Santa en Sevilla (Almuzara), en estas crónicas, parece sostener una lucha abierta y lúcida contra la “retórica oficial” que desata la fiesta mayor sevillana desde el siglo XIX, y lo llena todo de contrastes para describir lo que más tarde teorizará como “la liturgia de los apetitos populares… que acepta como maneras del fervor lo mismo la mortificación de la carne que su exaltación, que compadece el ayuno con el hartazgo, que recibe como oblación equivalente el examen de conciencia y la embriaguez, el pie descalzo del penitente y la barriga llena del cofrade”, escribe.Lo explica Díaz Pérez, que firma el libro Semana Santa insólita junto al también periodista José María Rondón: “Chaves conoce la ciudad y la Semana Santa, pero ya trabaja en Madrid, por eso está libre de hacer valientes descripciones, y habla de capigorrones y hermanucos de aluvión que solo salen para lucir la túnica”. Ciertamente, el periodista se atrevió con todo sin censura: “Las hermandades tienen una constitución democrática, naturalmente, corrompida. Teóricamente, todos los cofrades tienen los mismos deberes y derechos, pero en la realidad, cada cofradía es una organización caciquil perfecta”, describe.También hace referencia el autor de Belmonte cómo en Sevilla “se plantan el capirote y enarbolan el cirio los más tibios creyentes y hasta muy bien caracterizados ateos”. Quizás resumiera en su ciudad natal lo que podría parecer el sueño imposible de las dos Españas: “una ciudad de gustos conservadores, pero al mismo tiempo posibilista y amable”, dice Chaves, como observador impagable de la Sevilla que ya oía las bombas del 36.Muchos cambios se han producido tanto en la ciudad como en las cofradías sevillanas desde entonces, pero la Semana Santa en Sevilla “continúa manteniendo popularmente un espíritu que no difiere. Bastaría con cambiar algunos nombres para que muchas páginas de este libro adquieran una sorprendente actualidad”, escribía el ya desaparecido poeta sevillano José Luis Ortiz de Lanzagorta en los años 70 en el prólogo de una de las primeras ediciones de Teoría y Realidad de la Semana Santa de Núñez de Herrera.Antes y después, han sido muchos los intelectuales, escritores y literatos de toda índole los que han querido describir el alma de una ciudad a través de su expresión popular más universal, “están las visiones de un Bécquer que desmitifica y cuestiona, y un Antonio Machado que descubre la Sevilla fuera de mapas y calendarios y que se enfrenta a la Semana Santa desde su filiación liberal y republicana”, escriben Rondón y Díaz Pérez en Semana Santa insólita.Y es que, ya lo resumió con fina ironía Núñez de Herrera allá por 1934: “Dios hizo el mundo en seis días. Pero esto es más serio”.


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