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‘Pupy’, la última elefanta cautiva de Buenos Aires, llega a Brasil para vivir en libertad

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La elefanta ‘Pupy’, este sábado en el santuario en la Chapada dos Guimarães (Brasil), al que llegó tras un viaje de 2.700 kilómetros desde el zoo de Buenos Aires, donde vivió cautiva más de tres décadas.Tomas Cuesta (Reuters)Pupy, la última elefanta cautiva del antiguo zoo de Buenos Aires, acaba de dejar atrás el ruido del tráfico urbano y todo lo que ha sido su vida desde que nació en África. Poco a poco, empieza a saborear la libertad en un santuario para elefantes en el corazón de Brasil tras un viaje de 2.700 kilómetros por carretera desde la capital argentina. El paquidermo llegó el viernes por la mañana a la Chapada dos Guimarães, en el Estado brasileño de Mato Grosso, tras cinco días de viaje, de pie en una jaula, acompañada por veterinarios, cuidadores, un equipo de prensa que documenta el periplo y una escolta policial. “Ahora Pupy va a poder redescubrir lo que significa ser un elefante porque hasta ahora ha vivido en una caja sometida a todo tipo de restricciones”, explicaba al teléfono Scott Blais, estadounidense de 52 años y presidente de la ONG que gestiona el refugio, Global Sanctuary for Elephants, el jueves tras cruzar la frontera por Foz de Iguaçu.Pupy tiene 36 años, y pesa unos 3.300 kilos. Blais apunta que es pequeña para una elefanta africana de su edad. Su vida, como la de muchos ejemplares de su especie, arrancó de manera realmente traumática. “Era una época en la que, con el argumento de la sobrepoblación de elefantes, a los adultos los mataban a tiros desde helicópteros, y a las crías las capturaban para enviarlas a zoos de todo el mundo”. Fue así que desembarcó en 1993 en Buenos Aires procedente del parque nacional de Kruger, en Sudáfrica. A partir de entonces fue exhibida en una jaula en el zoo del centro de la capital argentina.La elefanta africana Pupy es vista en su recinto en el Ecoparque de Buenos Aires, pocos días antes de su traslado al Santuario de Elefantes de Brasil.SEB“Por primera vez en décadas, Pupy va a poder explorar la vegetación, elegir lo que come, moverse en libertad”, recalca Blais, que en los noventa fundó un primer santuario de elefantes en Tennessee (EEUU). El traslado es parte de la vasta operación emprendida por el antiguo zoo de Buenos Aires, convertido años atrás en un ecoparque, para poner fin al cautiverio de los animales que exhibió durante décadas y, en la medida de lo posible, devolverlos a sus hábitat. Blais destaca el esfuerzo y los logros en ese sentido de la institución de Buenos Aires y del ecoparque de Mendoza, también en Argentina. El máximo responsable del santuario brasileño sostiene que en la mayoría de los casos las políticas de puesta en libertad de animales “son pura fachada”. En Mendoza ha comenzado el entrenamiento de otros dos paquidermos para emprender la travesía hacia Brasil en los próximos meses.Una cuarta parte de los 40.000 elefantes asiáticos, que están en peligro de extinción, vive en cautividad o semicautividad, según la web del Santuario de Elefantes Brasil. Las amenazas son menos intensas para los ejemplares africanos, que de todos modos sufrieron grandes matanzas en las últimas tres generaciones.Pupy entra en una jaula en su recinto en el Ecoparque de Buenos Aires como parte de su entrenamiento para el traslado de miles de kilómetros hacia Brasil. Agustin Marcarian (Reuters)Al llegar a su nuevo hogar, una enorme finca donde ya viven otros cinco elefantes procedentes de zoos y circos, Pupy se tomó su tiempo. Más de nueve horas tardó en decidirse a salir de la jaula que, montada sobre un camión, la trasladó desde Buenos Aires. “Está relajada y tiene un comportamiento dócil”, informó este fin de semana la ONG en redes. El santuario no recibe visitantes, pero, a cambio, narra puntualmente las vicisitudes de sus huéspedes en redes sociales. Blais destaca que es una especie especialmente inteligente, con un alto nivel de emociones y capacidad de adaptación moverse en libertad, pese a que desde que nacieron solo han conocido jaulas, órdenes de humanos y restricciones. Darles a los elefantes cautivos una nueva vida es una especie de misión en la que lleva embarcado décadas.Pupy viajó hasta la Chapada dos Guimarães sin sedación, en una caja adaptada a su tamaño y con las patas libres. Y, durante el traslado, durmió de pie, algo nada raro para esta especie. Cuenta Blais que en Tennessee tuvieron un ejemplar que “no se tumbó en el suelo durante cinco años, no se sentía cómodo ni seguro”.La elefanta Pupy es trasladada en un camión hacia el Santuario de Elefantes de Brasil, el primer refugio para elefantes cautivos de Sudamérica, el 15 de abril en Buenos Aires.Tomas Cuesta (Reuters)El creador del santuario de elefantes habla durante una parada en medio de un viaje en el que el paquidermo marca el ritmo. El equipo aprovecha la ocasión: “Están cortando caña de azúcar para ella. Es un dulce, pero también un alimento porque mantener el equilibrio durante el viaje es un gasto enorme de energía para ella”. El cuidador se muestra entusiasmado con lo bien que ha comido, bebido y defecado el animal, pese a que en la carretera han encontrado más tráfico del esperado.Al principio, la africana Pupy estará a su antojo, pero en un recinto para ella sola, sin contacto con los otros cinco elefantes que hay en la finca, de 11.000 hectáreas. Rana, Maia, Mara, Bambi y Guillermina son asiáticos. Proceden de zoos y circos latinoamericanos. Incluso la vida en cautiverio entraña diferencias. En el caso de los primeros, el traslado requiere acostumbrarse a entrar en una caja gigante. Los circenses están, en cambio, muy acostumbrados a subir y bajar y al contacto constante con humanos.La elefanta asiática Mara en el Santuario de Elefantes de Brasil al momento de la llegada de Pupy, el 18 de abril en Chapada dos Guimaraes, en el Estado de Matto Grosso.Tomas Cuesta (Reuters)La última elefanta cautiva de Buenos Aires ya ha empezado a recibir los primeros cuidados para una antigua lesión en el rostro. Será sometida a un chequeo veterinario más profundo porque los animales que viven cautividad suelen arrastrar problemas de circulación, de hígado, de riñones, infecciones estomacales, cutáneas. Uno de los desafíos, cuenta el cuidador, es que no existen herramientas de diagnóstico para animales de semejante porte. Otro, añade, es que “los animales salvajes enmascaran sus enfermedades” para no ser vulnerables ante posibles depredadores. Pero destaca que Pupy es notablemente comunicativa.Cuando comenzó el entrenamiento para que se aclimatara a la jaula para el viaje, dejó claro su disgusto. Demoró meses en aceptar de buena gana subirse al cajón y que le cerraran la puerta. Solo entonces, se activó definitivamente la enorme operación logística que ha supuesto su traslado para que estrene hogar y empiece a saborear la vida en libertad.


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