Según las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), publicadas por la Fundación BBVA, en 2050 la población española mayor de 64 años supondrá un 30% del total. Una cifra muy superior al 20,4% actual. Este aumento se debe a la progresiva bajada de la natalidad, pero también a que vivimos y viviremos más. Hoy, la esperanza de vida de un recién nacido es de 83,2 años y se espera que dentro de 25 años esta aumente hasta los 86,9 años. Estos datos tienen multitud de implicaciones de todo tipo y están sujetos a decenas de variables que aún son impredecibles. No obstante, es de prever que cada vez sea más necesario un tipo de trabajo, remunerado o no, que ya está en pleno auge: el cuidado de personas mayores.Según datos publicados por Cruz Roja, más del 16% de los hogares españoles vive con alguna persona dependiente, y más del 80% de quienes se encargan de estas personas son mujeres familiares de la persona enferma (hijas, hermanas o esposas). Esta situación ha provocado que se dispare el número de casos del síndrome del cuidador quemado o burnout del cuidador, una dolencia que, para empeorar la situación todavía más, suele pasar desapercibida o ser obviada por quienes la sufren y sus familiares.Más información“El síndrome del cuidador quemado o burnout del cuidador consiste en una serie de síntomas físicos y psicológicos que indican que la persona ha llegado a su límite como cuidador o cuidadora”, explica Marta Canino, doctora especializada en la atención a personas mayores y en el acompañamiento de sus familias. “Aunque existen infinitas casuísticas, casi todas responden a un esquema común: una mujer que se vuelca en el cuidado de una persona cercana, su hijo, su marido o su padre. Poco a poco las fuerzas comienzan a agotarse, el cuidado de la otra persona opera en detrimento del cuidado propio. Pronto baja de peso, tiene síntomas depresivos, siente ira, resentimiento, ansiedad…”, detalla. Los síntomas, explica la experta, pueden ser muy variados: cefalea, problemas digestivos, abuso de sustancias, insomnio, irritabilidad…Según el Estudio observacional transversal de la sobrecarga en cuidadoras informales y los determinantes relacionados con la atención a las personas dependientes, publicado en la revista Atención Primaria en 2017, y realizado en Galicia a partir de los datos de 97 cuidadoras de personas dependientes, un 61,9% de las cuidadoras están sometidas a una sobrecarga intensa. Los aspectos que más contribuyen a esta sobrecarga son la falta de tiempo para ellas mismas, seguido de los efectos negativos en las relaciones interpersonales. El estudio muestra que el grado de parentesco, el número de horas de cuidado, la peor salud de la cuidadora y la mayor agresividad del dependiente se asocian a una probabilidad más elevada de padecer sobrecarga. “Por si esto fuera poco, muchas personas ni siquiera se plantean que puedan estar sufriendo burnout”, continúa la doctora Canino. “Toda la atención está centrada en la persona que cuidan, la persona enferma o con una discapacidad importante. Esto les hace olvidarse de ellas mismas, no prestar atención a su salud y no ser conscientes hasta que la situación es grave”, advierte.Más del 16% de los hogares españoles vive con alguna persona dependiente, y más del 80% de quienes se encargan de estas personas son mujeres familiares.Terry Vine (Getty Images)Entre las señales de alerta que indica Canino se encuentran, entre otras, los dolores de cabeza o migrañas frecuentes; estar irritable y enfadarse por cualquier cosa, incluyendo su ser querido u otros familiares o pareja; sentir ira hacia la persona cuidada; no dormir bien; descuidar su salud y subir mucho de peso o todo lo contrario. “En definitiva, puede empezar por síntomas físicos, aunque el trasfondo que hay detrás sea una ansiedad o una depresión derivadas de la sobrecarga física y emocional a lo largo del tiempo”, señala la doctora.De cualquier modo, cada uno reacciona de forma diferente, y el tiempo que transcurre entre la aparición de los primeros síntomas de burnout hasta que la persona se da cuenta de que necesita ayuda es muy variable. “Diría que en la detección de casos es determinante el seguimiento por parte del médico de cabecera y de las enfermeras del centro de salud, ya que lo pueden detectar con cierta facilidad”, apunta Canino. “También el círculo más cercano puede darse cuenta”, agrega. “La propia persona no suele buscar ayuda por sí sola hasta que los síntomas son muy limitantes y evidentes”, continúa Canino, para quien enfrentarse a ello y buscar ayuda de un profesional “requiere de mucha honestidad, humildad y valentía”.Entre las señales de alerta del ‘burnout’ del cuidador están los dolores de cabeza o migrañas frecuentes; estar irritables y enfadarse por cualquier cosa; sentir ira hacia la persona cuidada; no dormir bien o descuidar la salud y subir o bajar mucho de peso.Justin Paget (Getty Images)El sentimiento de culpa también puede llevar a retrasar mucho el momento de ingresar al familiar o dependiente en una residencia o un centro para mayores cuando su cuidadora ya no puede más. “Al final, es importante preguntarse, ¿cómo puede cuidar bien alguien que ya ha llegado al límite de sus fuerzas? O, ¿cuándo la enfermedad ha empeorado tanto que es insostenible para una sola persona?”, apunta la doctora. La experta reconoce que es normal sentir culpa, pero que no debería ser un freno para pedir ayuda. “La persona dependiente estará mejor cuidada en la residencia si la situación ha avanzado y hay un burnout añadido”, explica. “Es bueno relativizar y convencernos de que todos tenemos un límite en nuestras fuerzas. Machacarse a uno mismo solo empeora el sufrimiento del cuidador. Puede consultarlo con su médico de familia, pero lo mejor suele ser informarse de las residencias que ofrecen cuidados de calidad y llevar al paciente a una de ellas. Allí habrá personal especializado que lo atenderá de la mejor manera posible”, comenta.Estrategias de prevención y recuperaciónEn el caso de que nos encontremos al principio de un diagnóstico de dependencia, y si queremos evitar lo máximo posible el burnout, la doctora Canino aconseja informarse a través del médico cabecera o de trabajadores sociales de los recursos existentes en nuestra zona y poner en marcha mecanismos para el futuro. “Es fácil tener energía al principio y creer que se puede con todo, pero la situación suele agravarse con el tiempo. Es importante no creerse imbatible ante la situación, sino realista, e intentar trazar un plan para que varias personas colaboren en el cuidado por turnos, ya que es insostenible para uno solo”, recomienda.Si el cuidador ya se ha quemado, el primer paso debería ser pedir ayuda y, una vez conseguida, es recomendable apartarse un tiempo de los cuidados y aprender a desconectar en la medida de lo posible. “La manera de hacerlo sin abandonar el cuidado del familiar por completo sería lo que los especialistas llamamos ‘respiros familiares’, ya sea porque lo ofrecen en su zona (centros especiales) o porque logra organizarse con el resto de la familia”, afirma la doctora. “A veces la solución es delegar ese cuidado intensivo, ya sea mediante el apoyo de otros cuidadores o de residencias de mayores”, sostiene.A veces la solución es delegar ese cuidado intensivo, ya sea mediante el apoyo de otros cuidadores o de residencias de mayores.Halfpoint Images (Getty Images)Obviamente, en todo este problema hay un sesgo económico. El burnout del cuidador afecta mucho más a personas que tienen pocos recursos y no pueden permitirse acceder a residencias de mayores asequibles. Por tanto, el apoyo gubernamental es esencial para abordar el problema. La Ley 39/2006, por ejemplo, establece el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD) con el objetivo de regular las condiciones básicas que garanticen la igualdad en el ejercicio del derecho a la promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia. Sin embargo, la crisis económica de 2008 limitó la implementación efectiva de esta ley, trasladando gran parte de la responsabilidad del cuidado a las familias. Poco se ha avanzado desde entonces.Como señaló Sandra Martínez Pizarro en su artículo Síndrome del cuidador quemado, publicado en la Revista Clínica de Medicina de Familia en 2020, para mitigar la sobrecarga de los cuidadores y garantizar una atención adecuada a las personas dependientes es esencial que las autoridades incrementen los recursos y desarrollen políticas sociales destinadas a la atención de la población envejecida, fortaleciendo tanto los cuidados formales como los informales. Hace falta que se amplíe la infraestructura pública mediante la creación de más residencias y centros de día. También es necesario que se fomente la investigación en nuevas herramientas y estrategias eficaces para la prevención y tratamiento del síndrome del cuidador quemado, asegurando que las intervenciones se basen en la evidencia científica más actual. Y es crucial que el sistema sanitario y los servicios sociales trabajen de manera coordinada para ofrecer un apoyo integral a los cuidadores, reconociendo su labor y proporcionándoles los recursos necesarios para desempeñar su función sin comprometer su propia salud y bienestar.
‘Burnout’ o síndrome del cuidador quemado: qué es y cómo saber si se padece | Estilo de vida
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