En la última reunión de los obispos y los fieles católicos en el Sínodo del año pasado, la única cuestión que agitó las aguas, bastante tranquilas por lo demás, fue la del acceso de las mujeres a los ministerios sagrados. En sus dos milenios de historia, las decisiones en la Iglesia Católica las han tomado siempre hombres. La presencia de la mujer en las salas de mando resulta una cuestión muy divisoria, sobre la que sobrevuela incluso la amenaza de cisma.Francisco se ha caracterizado por abrir caminos y tratar de normalizar el ascenso de las mujeres a los puestos de poder que marcarán la dirección que la institución tomará en los próximos años. Sin embargo, el lugar de las mujeres dentro de la Iglesia Católica se ha convertido en una de las cuestiones más complejas para interpretar su legado. Su apuesta por las mujeres, aunque objetivamente moderada, ha sido controvertida y lo ha convertido al mismo tiempo en un papa demasiado avanzado para unos y demasiado prudente para otros.Tras su fallecimiento, cobran una relevancia particular, casi a modo de mensaje final, sus últimos pasos. En febrero, desde el hospital en el que estaba ingresado, nombró a la primera presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, la monja Raffaella Petrini, que podría definirse someramente como alcaldesa del Vaticano. Y cambió las leyes vaticanas para otorgarle mayores poderes y facilitarle la labor.“La Iglesia es mujer”, comenzó a decir Francisco al poco tiempo de llegar a Roma. Y se propuso “desmasculinizar” la poderosa institución milenaria. “Uno de los grandes pecados que hemos cometido es masculinizar a la Iglesia”, reconoció en más de una ocasión.Acompañó sus palabras con gestos que muchos aplaudieron, otros consideraron insuficientes, y bastantes miraban con recelo, como el nombramiento de mujeres en puestos de autoridad en los órganos de gobierno de la Iglesia Católica de un modo nunca visto en la institución. En el Vaticano, en la actualidad, hay muchas más mujeres que en papados anteriores, pero todavía están a años luz con respecto a los hombres. Los nombramientos más importantes llegaron hacia el final de su pontificado, cuando el impulso inicial de sus reformas más progresistas ya estaba casi extinguido en otros ámbitos.En 2022, el Papa nombró a tres mujeres ―las monjas Raffaella Petrini e Yvonne Reungoat y la laica consagrada Maria Lia Zervino― como miembros del Dicasterio para los Obispos, el organismo encargado de elegir a los nuevos obispos en el mundo. En los últimos siglos, este dicasterio había sido exclusivamente masculino, siguiendo la lógica de que como solo los hombres pueden llegar a ser obispos, únicamente los hombres podían ocuparse de ello (aunque sus decisiones afectasen a los creyentes de todos los géneros).Francisco saluda a Simona Brambilla en el Vaticano, el 6 de enero de 2025.Vatican Media (via REUTERS)En enero de este año, Francisco nombró a la primera prefecta de la historia de la Santa Sede, un cargo comparable al de ministra en el mundo civil. Se trata de la monja italiana Simona Brambilla, que desde entonces está al frente del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, uno de los más importantes del Vaticano y que se encarga de las cuestiones relacionadas con la vida consagrada en el mundo.Aunque la monja italiana ejerce su autoridad con el apoyo del cardenal español Ángel Fernández Artime, al que Francisco nombró pro prefecto. Aún no ha quedado claro cómo se dividen las responsabilidades entre ambos y hasta dónde podrá llegar realmente el liderazgo de la religiosa. “Francisco sabía que habría muchos jefes de dicasterios y muchos obispos, cardenales y un sector de la Iglesia que no querrían tratar directamente con Simona Brambilla por el hecho de ser una mujer. Y tuvo que colocar ese cargo de pro prefecto para que algunos sintieran que hablaban con un igual. Es tremendo que en la Iglesia pase eso, pero Francisco era consciente y antes de consentir una ruptura o un enfrentamiento, optó por esa fórmula, que refleja de una manera muy evidente la realidad de las mujeres en la institución”, valora la teóloga aragonesa Cristina Inogés, la única española con derecho a voto en el Sínodo de los obispos.Francisco fue el papa que incluyó a las mujeres en los Sínodos, las reuniones extraordinarias de los obispos que sirven para asesorar al pontífice sobre temas concretos de actualidad de la Iglesia. Progresivamente, les fue dando a ellas y a los laicos en general voz, hasta que en 2023 pudieron participar en las votaciones sinodales por primera vez. “Hubo obispos que reconocieron que les había gustado mucho haber podido hablar directamente con mujeres porque les había hecho cambiar su forma de pensar sobre ellas. Fue sorprendente y gratificante, pero eso te dice que antes no habían tenido mucho contacto con mujeres a un nivel teológico”, señala Inogés.Francisco tuvo que afrontar duras resistencias dentro de la Iglesia, procedentes del ala más conservadora. Y recibió al mismo tiempo las críticas de quienes lo consideraron o bien un transgresor o bien demasiado poco arriesgado. También hay quien le afea el haber promovido una imagen paternalista y anticuada de las mujeres, con los estereotipos de la mujer como cuidadora, por ejemplo.Sus detractores le reclamaron en la cuestión de las mujeres el cambio estructural que nunca llegó. Como el diaconado femenino o el acceso de las mujeres al sacerdocio. El papa argentino siempre rechazó la segunda cuestión, alegando que el sacramento del orden sacerdotal está reservado a los hombres. Pero se abrió a estudiar el acceso de las mujeres al diaconado, un orden inferior, que permite bautizar, bendecir matrimonios, predicar y evangelizar, entre otras cosas. Y creó dos comisiones de expertos para profundizar en la cuestión: la primera estuvo en vigor de 2016 hasta 2019, pero no consiguió llegar a conclusiones firmes; y la segunda se constituyó en 2020 y nunca llegó a completar su cometido.Una monja sostiene un folleto con información sobre la muerte del papa Francisco en Roma, este miércoles.Hannah McKay (REUTERS)“Hay una sensación de miedo a que las mujeres nos desarrollemos plenamente con nuestras capacidades, dones y demás en la Iglesia. Las resistencias vienen, sobre todo, de personas que no han hablado nunca con mujeres, que lo único que consideran es que las mujeres necesitan un cierto cuidado paternalista y que, por lo tanto, no tenemos nada que aportar y nada que decir”, opina Cristina Inogés.En la Iglesia, una institución que reúne realidades muy diversas de los cinco continentes, todo se mueve de un modo extremadamente lento y se dice que la unidad de medida habitual es el siglo. “Francisco ha hecho todo lo que ha podido, pero nos lo ha dejado también en nuestras manos. En Europa el papa es el único monarca absoluto que queda; es decir, firma un decreto y automáticamente es ley. Francisco podría haber impuesto muchísimos cambios por decreto, pero eso hubiera supuesto una incoherencia absoluta con su voluntad de ser una Iglesia sinodal, participativa, inclusiva, con la voz de todos”.Mientras para algunos Francisco se ha quedado corto, para otros ha logrado asentar una base que podrá permitir que la apertura al liderazgo de las mujeres se instale en la ideología de los fieles. Inogés habla de la importancia de “un cambio de mentalidad” en la comunidad católica, comenzando desde la base, en los seminarios donde se forman los clérigos. “Si no cambiamos la forma que se tiene de enseñar qué somos las mujeres en la Iglesia, va a ser complicado que algunos hagan ese cambio de mentalidad”, apunta. Y agrega: “En las bibliotecas de los seminarios no hay un solo libro o manual escrito por mujeres. Hay obispos que se asesoran por mujeres, pero no lo publicitan, a lo mejor porque pueden ser cuestionados o porque les parece que no es lo más oportuno. Eso también nos resta visibilidad”.Por otro lado, existe una disonancia patente entre el discurso del papa argentino y la práctica real en muchas diócesis y parroquias. “Francisco ha abierto muchos procesos, pero también es verdad que no hay tantas manos dispuestas a recoger el testigo y seguir en esa dirección como sería de desear. Ha hecho lo que ha podido, pero tenía muy claro que la autonomía de los obispos y de las parroquias había que preservarla”, admite Inogés.Francisco no ha cambiado la doctrina sobre las mujeres en la Iglesia, pero sí ha puesto el foco sobre esta cuestión. “Hemos pasado de no tener visibilidad a ser visibles en la Iglesia”, apunta la teóloga. Y advierte: “El alcance histórico de sus decisiones va a depender también de nuestras actitudes”.
Francisco, el papa que intentó ‘desmasculinizar’ la Iglesia e irritó a los más conservadores | Sociedad
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