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Caravaggio, el genio que fue copiado incontables veces | EL PAÍS Semanal

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Ahora que en Roma se puede ver una gran exposición de Caravaggio (hasta el 6 de julio en la Gallerie Nazionali del palacio Barberini), resulta interesante poner el foco en un aspecto peculiar y menos conocido de la obra del maestro lombardo: las copias que se hicieron en su época de sus cuadros. Por España han pasado a lo largo de la historia en distintas épocas hasta 10 de esas reproducciones, aunque solo cuatro siguen actualmente en el país: dos en Madrid, una en Valencia y una cuarta, de menor calidad, en Toledo. La mayoría de estas obras fueron traídas por los virreyes de Nápoles ante la imposibilidad de conseguir un original. A veces esas copias estaban hechas por el propio genio, otras no.El viaje de la reproducción más antigua hoy presente en España arranca en Roma, ciudad en la que Caravaggio vivió durante aproximadamente 14 años, y termina en Madrid, cerca del Museo del Prado. Se trata de una Santa Catalina depositada por la pinacoteca en el convento de San Jerónimo el Real. Nadie sabe con exactitud cómo llegó entre 1610 y 1620, pero ahí está. Quizá la pintó Bartolomeo Cavarozzi (1587-1625). Casualidades del arte, el original se expone a pocos metros, en la colección Thyssen-Bornemisza, y fue adquirido por el barón en 1934 en una galería de la ciudad suiza de Lucerna. La historia las ha colocado juntas, como dos hermanas extraviadas durante siglos (aunque habrá que esperar que la original vuelva de la actual exposición en Roma para volver a admirarla en el Thyssen de Madrid).Toda la admiración europea por el lombardo pasa a través de España. El conde de Villamediana (1581-1622) fue su gran impulsor. Sentía pasión por el artista y llegó a tener el original David con la cabeza de Goliat (hoy en el Museo de Historia del Arte de Viena). También encargó una copia de Siete obras de la misericordia en el Nápoles de 1613 y una Madonna.Quizá la mayor tela original que llegó a España —y que terminó en 1976 en el Museo de Cleveland debido al, posiblemente, mayor error jamás cometido por los responsables del patrimonio artístico español— fue La crucifixión de san Andrés, pintada en 1607, tres años antes de la muerte del maestro, para el duque de Benavente y virrey de Nápoles. El Museo de Santa Cruz de Toledo posee una copia de la obra que fue muy dañada durante la Guerra Civil. El historiador Gianni Papi descubrió otra que trataron de pasar como original en Ámsterdam en 1610.Ahora cuesta pensarlo, pero hay que imaginarse lo que suponía poseer una obra de Caravaggio entonces. Era arte contemporáneo. Sus lienzos eran dinero al portador y si los originales cotizaban alto, también lo hacían las copias. Un trampantojo de calidad podía costar una fortuna. Hasta Francisco Pacheco (1564-1644), maestro y suegro de Velázquez (1599-1660), vendió en Sevilla una copia de Crucifixión de san Pedro al noveno duque de Alcalá. El visitante que se acerque estos días al Real Colegio Seminario de Corpus Christi en Valencia puede contemplar otra copia de esta obra de 1600-1601. El éxito de la composición es enorme en una tierra saturada de Inmaculadas de Murillo y sus imitadores.De Nápoles, ciudad en la que vivió el pintor en dos etapas cortas de su vida, partió otra reproducción que terminó también en Madrid. El Museo Lázaro Galdiano guarda una copia de la Madonna dei pellegrini (1600-1625) procedente de la colección Lazzaro di Paraggi y comprada en París a finales de 1939. Sin España, el genio no habría asombrado a aquella Europa de nobles y miseria.


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