Habla inglés, es veterinaria, está casada con un policía municipal, tiene dos niñas —Pilar, de 13 años, y Gema, de 3―, su padre es Victorino Martín, y cuando en 2017 murió su abuelo, el creador de la saga, ella ya tenía 31 años. Es ganadera, y asegura que no por tradición, sino por auténtica vocación. Nació en Madrid, pero vive con su familia en la localidad cacereña de Coria “por el colegio de las niñas”, porque donde pasa más tiempo es en las dos fincas de la familia, junto a los toros y las vacas de Victorino Martín, Monte viejo y Urcola.“Soy ganadera porque me gusta”, comenta con una sonrisa que no la abandona. “Es mi afición y lo he tenido siempre muy claro”, continúa; “cuando me llegó el momento de elegir una carrera, mi padre me traía folletos de empresariales y económicas, y le dije que no insistiera, que yo quería ser veterinaria, que quería campo porque es parte de mí”.Pregunta. Lo cierto es que la vida ha querido que la ganadería de Victorino Martín sea dirigida por mujeres: usted, sus dos hijas, su hermana Miriam…Respuesta. No pasa nada. Hay gente que me dice: vete a por el varón, y yo les contesto que me da igual un niño que una niña. Cuando me quedé embarazada de mi hija mayor tardaron mucho en decirme el sexo del bebé, y cuando mi abuelo lo supo, comentó: ‘Es que esta familia solo sabe hacer mujeres…‘. Y por fortuna para él, ya no estaba cuando nació mi segundo hija.“Me gusta el campo, es parte de mí; cuando viajé a Madrid para estudiar me quejaba de que me habían sacado de mi hábitat natural”P. Victorino Martín era un personaje…R. No era un abuelo al uso, como pueden serlo hoy mis padres con mis hijas. Teníamos una relación muy bonita, pero seria. Era la época que le tocó vivir. Tenía mucha picardía y me encantaba su sonrisa socarrona. Pero era muy serio, siempre decía que había que ser serio y honesto.P. Su padre ha contado alguna vez que era un hombre de fuerte carácter…R. Sí. No era el abuelo que te lleva al parque, te coge y te da un achuchón. Era más seco. Recuerdo que una vez nos dijo: ¿Qué estáis comentando, que no os quiero? Pues eso parece, le contestamos, y él sonrió, nos dio algo parecido a un abrazo, pero no dijo ‘os quiero’. No era besucón, pero sí diferente, a quien estuve muy apegada.Cuenta Pilar que aprendió del abuelo a tratar a los animales con cariño, a hablarles mucho, respetar sus tiempos, y, sobre todo, a que “hay que seleccionar el toro que emocione, y no fallar nunca a los principios y valores que tengas como ganadero y como persona; esa es una norma de esta familia, y el primero que me la transmitió fue el abuelo”.Pilar Martín reconoce, no obstante, que siempre ha sido una pegatina de su padre. Recuerdo que cuando era pequeña escuchaba el tintineo del desayuno y me levantaba, aunque fueran las cinco de la mañana, para ir al campo con él; y junto a mi padre he crecido y aprendido de feria en feria.P. Ahora se explica por qué su padre, Victorino Martín, es presidente de la Fundación Toro de Lidia (FTL) y viaja constantemente,… porque la verdadera ganadera de la familia es usted.De izquierda a derecha, Pilar, nieta de Victorino, Miriam Martín, Victorino, Pilar Martin, y Anabel, hermana del ganadero.(Imagen cedida por la familia)R. No. El ganadero es mi padre, que posee el don de la omnipresencia. Él es quien dirige y hace juegos malabares para atendernos a todos a base de mucho esfuerzo y amor al toro. Su compromiso con la FTL y representante del sector es muy serio y otra persona no lo asumiría. Hay días que no sé dónde está, pero sé que puedo encontrarlo en la carretera.P. Peo le tiene a usted…R. A mí y a un gran equipo en el que puede confiar, pero el trabajo principal es el suyo.Así será, pero de sus palabras se deduce que la que está en el tajo cada mañana es ella (su hermana Míriam se dedica al mundo de la moda).Es verdad que me gusta el campo, es parte de mí; cuando me enviaron a Madrid a estudiar veterinaria le decía muy enfadada a mi familia que me habían sacado de mi hábitat natural, pero mi padre es el ganadero, sin duda.P. Además de ganadera, es usted empresaria porque la marca Victorino Martín se ha convertido en una empresa multiservicios.R. Ser ganadera de lidia es, sobre todo, una filosofía de vida, y en mi caso, es lo que me llena. Por otra parte, una ganadería es una actividad económica que nosotros hemos diversificado con el toro como protagonista. La finalidad de las visitas a la finca no es la rentabilidad, que la tiene, sino que se conozca al toro en el campo. Para eso me sirve el idioma inglés —estudié 3º de la ESO en Inglaterra― para explicar a los visitantes extranjeros nuestro trabajo. Además, envasamos y comercializamos vino y aceite ecológicos para dar a conocer productos de la tierra de Extremadura.Pilar Martín está convencida de que el tradicional hermetismo ha sido uno de los grandes problemas de las ganaderías, “y de ahí nuestro interés en mostrarle al mundo lo que hacemos”; reconoce que su marca goza de un privilegio único, y admite que son muy pocos los ganaderos que pueden vivir de su actividad. “Hoy, la crianza de un toro cuesta entre 6.000 y 6.500 euros”, explica; “y los costes de producción se han disparado, desde la alimentación a la mano de obra”.Como no podía ser de otra manera, la ganadera sigue el ‘evangelio’ torista que implantó su abuelo.“El toro de Victorino tiene que ser exigente porque de lo contrario no sería el toro-toro”, afirma. “El toro tiene que ser bravo, noble, con picante —a mí me gusta el picante― y transmisión; tiene que ser así para que surja la emoción”.P. ¿Y por qué las figuras se resisten a lidiar sus toros?R. Eso habría que preguntárselo a ellas.“Me gustaría que los carteles de las ferias se decidieran en un bombo; habría variedad de toros, toreros y encastes, y me haría feliz como aficionada”P. Pero usted tendrá una opinión…R. Creo que la exigencia del toro es un plus, pero es un esfuerzo que las figuras deberían hacer en momento puntuales por el bien de la fiesta. ¿Sabes una cosa? Me gustaría que los carteles de las ferias se decidieran en un bombo; habría variedad de toros, toreros y encastes, y me haría feliz como aficionada.A renglón seguido añade que lo pasa mal como ganadera, (“pero no me llena trabajar en una clínica con perros y gatos”), y “fatal en la plaza por el exceso de responsabilidad”.Pero no siempre es así. Y recuerda, finalmente, lo sucedido con el indulto a Cobradiezmos en La Maestranza el 13 de abril de 2016.“Yo cuidaba de mi madre que estaba hospitalizada en Madrid con una grave enfermedad. Me llama mi marido y me dice que algo pasa con la corrida de Sevilla. Hablo con mi padre, insiste en que no me preocupe, pero se lamenta de que es un año negro, que hay que ver, que todo sale mal… Y le dije: me organizo, voy al campo, cargo un par de toros y viajo a Sevilla. Y así me fui con unas mayas, una bamba y una camisa blanca, con la intención de volver rápidamente con mi madre. Pero mi padre me pide que me quede. ‘Pero si yo no voy vestida para ir a los toros en Sevilla’, y me convence porque ‘nos van a colocar en la grada y pasaremos desapercibidos’. Pues nos sentaron en barrera, y encima se produce el indulto de Cobradiezmos. Mi madre nos llamó, emocionadísima, porque lo estaba viendo por televisión, y se había olvidado de su enfermedad. Fue un momento maravilloso, un punto de inflexión también en nuestra familia, porque todo comenzó a ir bien, y mi madre se recuperó felizmente”.
Cuenta que aprendió del abuelo a tratar a los animales con cariño, a hablarles mucho, respetar sus tiempos y a seleccionar el toro que emocione: Pilar Martín, hija de Victorino, veterinaria, enamorada del campo y ganadera por amor al toro | El toro, por los cuernos | Cultura
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