
El virólogo Xavier Abad reflexionó sobre el origen de la pandemia de covid cuando el virus había matado ya a casi tres millones de personas. “¿Es improbable que el SARS-CoV-2 se escapara de un laboratorio? Sí, pero es condenadamente posible”, advirtió en su blog en marzo de 2021. Abad es el jefe de la unidad de biocontención del Centro de Investigación en Sanidad Animal (CReSA), la institución barcelonesa registrada este jueves por la Guardia Civil y los Mossos d’Esquadra en busca de indicios de una presunta fuga del virus de la peste porcina africana. “He leído sobre decenas de incidentes y accidentes en laboratorios, de los cientos registrados en el mundo, que no son más que la punta del iceberg de los que REALMENTE ocurren”, alertaba el virólogo.Todas las hipótesis siguen abiertas, pero el foco está puesto ahora en el CReSA, un búnker con patógenos peligrosos situado en el campus de Bellaterra de la Universidad Autónoma de Barcelona. El laboratorio, esencial para buscar nuevas vacunas y tratamientos, estaba en obras y experimentaba con el virus a finales de noviembre, cuando apareció el primer jabalí infectado con una cepa muy similar, a tan solo unos cientos de metros de la instalación, que carece de doble vallado. La mayoría de los expertos españoles en peste porcina africana insisten en que este virus no se transmite fácilmente por el aire, por lo que no conciben cómo habría podido escapar de un laboratorio de nivel de bioseguridad 3 ―el segundo más alto― como el CReSA. El propio Abad dio una respuesta a propósito de la posible fuga del coronavirus de un laboratorio chino: “Las unidades de biocontención pueden considerarse fortalezas impenetrables, asépticas, extremadamente controladas y de acceso restringido, pero NO están libres de errores y desafortunadas coincidencias”.El virólogo no exageraba cuando hablaba de cientos de casos conocidos en el mundo. En el último medio siglo se han registrado al menos 435 incidentes con infecciones adquiridas en el laboratorio, según una revisión publicada en marzo por el investigador costarricense Esteban Zavaleta. Los accidentes ocurren incluso en instalaciones con el máximo nivel de bioseguridad, el 4, como ocurrió en el Instituto Bernhard Nocht de Medicina Tropical, en Hamburgo (Alemania), el 12 de marzo de 2009. Aquel día, un virólogo acababa de inyectar el mortífero virus del ébola a un ratón cuando la aguja atravesó sus tres guantes y agujereó su piel, sin llegar a sangrar. No desarrolló la enfermedad.La opacidad rodea estos incidentes en muchos países. Un equipo internacional de científicos intentó hace una década determinar cuántas infecciones accidentales habían ocurrido en laboratorios de alta seguridad, de nivel 3 o 4. Los investigadores enviaron un cuestionario con 15 sencillas preguntas a unas 120 instituciones, pero solo contestaron 23. Una de ellas reconoció dos personas infectadas con la bacteria causante de la fiebre Q, una enfermedad de los rumiantes que puede saltar a los humanos. Otro centro admitió dos casos con el microbio de la brucelosis, una fiebre ondulante que puede durar años. Entre los autores de la encuesta figuraba la viróloga Núria Busquets, del CReSA.Los firmantes denunciaban entonces que “algunos laboratorios son reacios a revelar sus accidentes”. El riesgo real, lamentaban, “es difícil de cuantificar, porque no existe un sistema de notificación sistemática”. Su revisión de casos publicados detectó 220 personas infectadas con patógenos altamente peligrosos en laboratorios entre 1980 y 2015. El equipo de la viróloga del CReSA destacaba que también había fugas que afectaban al ganado, como ocurrió en la localidad inglesa de Pirbright, donde una tubería dañada de dos laboratorios de nivel 3 provocó el escape del virus de la fiebre aftosa en 2007. Camiones de obra facilitaron la diseminación del patógeno por las granjas de la comarca, con pérdidas millonarias. Los volquetes entran y salen ahora constantemente del CReSA, inmerso en trabajos de ampliación desde hace tres meses, pero la institución asegura que no ha registrado ningún fallo de bioseguridad.El epidemiólogo estadounidense Marc Lipsitch prefiere no comentar nada sobre el caso específico de la peste porcina africana en España, pero subraya que, en otras ocasiones, “material infeccioso ha escapado de laboratorios de alta bioseguridad, en algunos casos superior al nivel 3″. Lipsitch, director del Centro de Dinámicas de las Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Harvard, pone tres ejemplos ocurridos desde 2014: la confusión de recipientes que acabó con la salida de una muestra con virus del ébola de un laboratorio de nivel 4 en Atlanta, el fallo en los protocolos de inactivación de esporas de ántrax en una instalación militar de Utah y el envío, al Departamento de Agricultura de EE UU, de material contaminado inadvertidamente con el virus de la gripe altamente patógena H5N1 desde un laboratorio de nivel 3.Los casos ocurren constantemente. El equipo de Stuart Blacksell, de la Universidad de Oxford, ha detallado 16 episodios de infecciones en laboratorios de nivel 3 y otros cinco en instalaciones de nivel 4, entre 2000 y 2024. Sus cálculos son estremecedores. Si se tienen en cuenta los laboratorios de investigación de todo tipo, se han registrado 276 infecciones y ocho fallecimientos en el mismo periodo: dos muertes por la enfermedad de las vacas locas, una por ébola y otras tantas por hantavirus, herpes B de los monos, meningitis bacteriana, síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y peste. En España, un bioquímico del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge falleció en 2022 tras experimentar síntomas compatibles con la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la patología letal que estudiaba en la Universidad de Barcelona y en el propio CReSA.Un informe de la organización británica Chatham House alertó hace dos años de las “potenciales consecuencias catastróficas” de un accidente de laboratorio. Un ejemplo gravísimo podría ser el de la pandemia de gripe de 1977, que mató a unas 700.000 personas. El virus, muy similar a otros con décadas de antigüedad con los que se experimentaba entonces en los laboratorios, pudo escapar de una instalación soviética, según defienden la bióloga Michelle Rozo, asesora de riesgos biotecnológicos del Gobierno de EE UU, y la inmunóloga Gigi Kwik Gronvall, experta en bioseguridad de la Universidad Johns Hopkins.El origen de la pandemia de covid, tras más de siete millones de fallecidos, tampoco se ha aclarado todavía. Un grupo de expertos independientes establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el 27 de junio que “las pruebas disponibles sugieren un salto desde los animales, ya sea directamente desde los murciélagos o a través de un hospedador intermedio”, pero no se descarta que el virus escapase de un laboratorio de Wuhan. La dictadura china se niega a compartir información esencial, según denuncia la OMS.La organización Chatham House es uno de los laboratorios de ideas más influyentes del mundo. Su informe de hace dos años alertaba de que “la auténtica escala de los accidentes de laboratorio es opaca”. Los autores ―la analista Emma Ross y el microbiólogo David Harper, ambos antiguos colaboradores de la OMS― documentaron 309 personas infectadas en laboratorios en casi un centenar de incidentes con 51 patógenos diferentes entre los años 2000 y 2021. Uno de los casos ocurrió en el Hospital Comarcal Vega Baja, en Orihuela (Alicante). Una técnica de laboratorio de 52 años se pinchó en un dedo con una aguja contaminada con material biológico procedente de un paciente con histoplasmosis, una enfermedad provocada por un hongo que produce síntomas similares a la gripe, pero se puede cronificar. La mujer se infectó por el patógeno.Los especialistas de Chatham House contabilizaron 16 fugas de instalaciones científicas en el mismo periodo, como el escape por el aire de la bacteria Brucella de una fábrica de vacunas en Lanzhou (China), que provocó más de 10.000 casos de brucelosis en personas del entorno en 2019. La mayor parte de los accidentes ocurrió por errores humanos evitables. En Lanzhou se usaban desinfectantes caducados. “La profesión de la bioseguridad está en pañales en muchas partes del mundo”, advertía el informe de Chatham House.Alexandra Peters, del Instituto de Salud Global de la Universidad de Ginebra (Suiza), lleva años denunciando otra amenaza para el mundo: ni siquiera se sabe cuántos laboratorios de alta seguridad hay en el mundo. Peters recuerda que las instalaciones de nivel 3 cuentan con estrictas medidas, como la doble filtración del aire de salida, las duchas obligatorias para los científicos, la descontaminación química de los efluentes y la incineración de los residuos. “Sin embargo, un laboratorio de nivel 3 no siempre es tan seguro como cabría esperar”, advierte. “No creo que sea imposible que algún virus se escape, porque, en última instancia, el cómo los laboratorios mantienen los patógenos a buen recaudo depende en gran parte de comportamientos humanos”, reflexiona. “Y, aun cuando no haya directamente un error humano, pueden existir problemas en las instalaciones o, simplemente, mala suerte”.
Descontrol en los laboratorios: cientos de accidentes exponen el riesgo “catastrófico” de fuga de patógenos peligrosos | Ciencia
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