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Dos tesoros literarios para zambullirse en la novela negra japonesa | Elemental | Cultura

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El noir japonés es un universo aparte. Como tantos otros aspectos del país asiático, sus autores nos llegan en cuentagotas y con altas cuotas de fascinación. Ha habido grandes éxitos entre los que podemos citar las novelas de Seicho Matsumoto (El expreso de Tokio o La chica de Kyusu, por citar solo dos de los que ha publicado Libros del Asteroide), la gore, demasiado para mi gusto, Sopa de miso, de Ryu Murakami (en edición de Malas Tierras) y uno de los grandes policiales de todos los tiempos: 64, de Hideo Yokoyama (Salamandra). Leer másHoy les traemos dos buenos ejemplos de la diversidad del género en Japón. Son, además, dos clásicos que llegan por primera vez al mercado en español. Y no pueden ser más distintos. Pasen y lean.Cuatro casos criminales, Junichiro Tanizaki (Satori, traducción de Rumi Sato). No pertenece a la tribu de autores negrocriminales pero sí a la de los eternos candidatos al Nobel y a la de los mejores escritores japoneses del siglo XX. Aquí Tanizaki (1886-1965) se esmera en entregarnos cuatro relatos que hacen honor al género en una edición muy cuidada, marca de la casa. El resultado es desigual, pero la apuesta merece la pena. El primero, El caso del baño Yanagi (1918), recurre al narrador no confiable (un joven con problemas mentales que confiesa un crimen) y a la estrategia de narración enmarcada (un narrador es testigo de la confesión y es quien abre y cierra el relato) pero no consigue los efectos deseados, al menos para el lector que les habla. Quizás es porque hay un crimen, pero es más un relato de terror que no termina de cuajar. El segundo, en cambio, Por el camino (1920) va más allá del homenaje a las novelas de detectives y al mundo deductivo de Sherlock Holmes. Elabora un juego curioso: un investigador va a buscar a la salida de su trabajo a un hombre a quien tiene que hacer una serie de preguntas sobre su vida para certificar su idoneidad para casarse con su novia. Ha sido contratado por los suegros, y eso explica el propósito inicial. Pero de una manera brillante y con un personaje que desquicia a cualquiera, Tanizaki nos da la vuelta al asunto y encuentra un camino por el que sacar adelante el relato ante un lector atónito. Del tercero, El ladrón (1921), se puede decir poco sin destriparlo, así que nos quedaremos con esto: se adelanta varios años a una solución que encontró la maestra Agatha Christie para una de sus mejores novelas (aunque el relato no está a la altura de aquella). Y el último, Diablos a la luz del día (1918) es el más complejo e interesante porque el tejido narrativo que encierra, la trampa en la que cae el protagonista y el desenlace final son de gran altura. Y, al contrario de lo que pasa con los dos primeros, el principal personaje femenino no es un mero adorno. Artista tatuador en Tokio en 1946, cuando la actividad era ilegal.Bettmann (Bettmann Archive)El misterio de la mujer tatuada, Akimitsu Takagi (Salamandra, traducción del inglés de Eduardo Hojman). El Tokio de 1947, una ciudad arrasada y sin esperanza, sirve de escenario a esta novela que bebe por los cuatro costados del espíritu de los clásicos policiales occidentales (incluidas algunas referencias metaliterarias que gustarán mucho a los fans). Con la calma tradicional en el género nipón, el autor nos sumerge primero en el culto al tatuaje como un arte excelso (y prohibido en la época) a través de una mujer, Kinue Nomura, fascinante y oscura a partes iguales. El peso de la narración lo lleva Kenzo, un médico forense enamorado de Kinue y hermano de Daiyu, una de las estrellas de la policía de Tokio como investigador de la brigada criminal. Una serie de asesinatos rituales relacionados con los tatuajes desata la acción investigadora de los hermanos y nos abre la puerta al submundo fascinante. Las piezas del procedimental (autopsias, interrogatorios, deducciones de los investigadores, etc.) están contadas con precisión y un pulso increíble, a medio camino entre la mejor literatura y el informe policial. Cómo incluye al personaje que va a desatascar la investigación y cómo este utiliza el ajedrez y el go para descubrir las debilidades de varios sospechosos es original y divertido. No hay grandes sorpresas, ni giros espectaculares, porque no es una novela de ese estilo ni lo necesita, pero sí un ritmo constante que desemboca en un final acorde con todo este artefacto.Es la primera vez que este clásico de 1948 llega a las librerías españolas. Esperamos más obras del genio Akimitsu Takagi.


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