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El arzobispo Charles Scicluna, ‘detective’ del papa Francisco para los abusos: “Todavía queda mucho por hacer en esta lucha” | Internacional

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Charles Scicluna (Toronto, 65 años), arzobispo de Malta, es probablemente la figura de mayor prestigio dentro del Vaticano en la lucha contra los abusos a menores. Autor de la histórica investigación contra el fundador de los legionarios de Cristo, el padre Marcial Maciel, también de la de los obispos de Chile o la reciente pesquisa sobre el Sodalicio peruano, volvió en 2019 al organigrama vaticano para tratar de frenar la hemorragia por la que se desangra la Iglesia católica: la pederastia en el clero. El Papa le confió un papel primordial como secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como miembro del comité organizador del sínodo que se celebró en Roma con todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo. A Scicluna se le considera la bestia negra de los sacerdotes abusadores, un auténtico cazador de pedófilos y encubridores en el clero. Prudente y discreto, confiesa que ha vivido la muerte de Francisco como “un gran shock”. No quiere mojarse sobre la necesidad de que el siguiente pontífice sea implacable en esta lucha. Pero advierte de que no podrá ignorar el grito de las víctimas.Pregunta. ¿Cuál será la herencia de Francisco? Hizo enormes reformas y dependerá de quién le suceda que sean o no reversibles.Respuesta. Evidentemente, el nuevo papa tendrá que ser sincero con él mismo y desplegar su manera de ver la Iglesia. No puede ser una fotocopia del anterior. Habrá que dejarle la libertad de tomar sus decisiones. Y esperamos que se hagan en sintonía con las exigencias de estos tiempos. Nosotros las seguiremos.P. Este Papa ha polarizado mucho la Iglesia. Ha habido muchas tensiones. ¿El nuevo deberá sanar esas fracturas?R. Un profeta fiel al evangelio será siempre un signo de contradicciones. Habrá siempre tensiones, cada papa ha sido símbolo de esas contraposiciones.P. Uno de los pilares del pontificado ha sido la lucha contra los abusos. ¿En qué punto se encuentra?R. La lista de las reformas, leyes y documentos es impresionante. En 2014 creó la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, luego un colegio especial en la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) para estudiar los casos de abusos a menores; en 2016 hizo un motu proprio sobre la responsabilización de la Iglesia en estos casos… Hay una nueva teología de la respuesta de la Iglesia a este asunto. Cuando hieren a uno de los nuestros, todos quedamos heridos. Y eso nos responsabiliza para dar respuesta a la plaga de los abusos.P. Más allá de las leyes y las normas, hay una cultura del encubrimiento más difícil de combatir. ¿Ha cambiado algo?R. Todavía queda mucho por hacer. Las culturas tienen necesidad de una conversión y una convergencia para poder promover la denuncia. Porque otro problema es que muchas víctimas se protegen a través de la vergüenza, el silencio. Y eso es una cultura tan enraizada que obstaculiza la cultura de la denuncia. No se puede decir que todo esté resuelto, queda mucho trabajo, hay fundamentos justos, pero la conversión de la cultura necesita mucho tiempo.P. Da la sensación de que no funcionan los automatismos y que los casos que se resolvieron fueron por empeño personal del Papa: Chile, Sodalicio, Legionarios…R. La justicia no se hace con automatismos, se necesita un discernimiento, respeto a las personas y a la verdad. Son estructuras que deben funcionar, y en eso queda trabajo por hacer. Espero que se continúe ese trabajo.P. ¿Cree que la muerte de Francisco podría relajar ese combate o dotar de menos instrumentos a la Iglesia?R. Los instrumentos están ahí y hay que agradecérselo a Francisco. Ahora hay que usarlos. Pero no debemos tener miedo de relajamientos en este asunto: es el pueblo de Dios quien pide justicia. Ese deseo no morirá. Es algo que debe estar por encima de cualquier papa. Esto no es su escudo pontificio, se trata de la incolumidad de los niños y los hijos. Nadie puede ignorar el grito del pueblo de Dios y de las víctimas.P. Usted es secretario adjunto de la CDF y jefe del departamento dedicado a los abusos. ¿Cuánta gente trabaja ahí? ¿Falta personal?R. Mire, yo también soy obispo de una gran diócesis. Y la lucha contra los abusos a menores no se hace en la CDF, sino en las parroquias, en las escuelas, en las diócesis. El Papa ha insistido que cada diócesis tenga instrumentos de escucha y promoción de la tutela de los menores. La CDF es importante porque estos crímenes encuentran ahí la respuesta penal. Pero la batalla se pierde y se gana en la parroquia, en los seminarios donde se forman los futuros sacerdotes. Ahí es donde debe librarse la guerra.P. Pero muchos en la CDF se quejan de falta de medios para la cantidad de casos que llegan.R. Podemos intentar que el dicasterio continúe teniendo más personal. Ahora hay unas 40 personas que se dedican a esto. Pero es solo una parte de la respuesta de la Iglesia. La tutela de los niños no se garantiza ahí, sino promoviéndola en las parroquias, donde se encuentra la gente.P. ¿El aparato legal es ya suficiente?R. La ley debe adaptarse continuamente a la realidad. Y en los últimos 25 años ha cambiado porque lo ha hecho la realidad. Hace 25 años no existía el concepto de pornografía infantil en internet, por ejemplo. No encerremos ninguna legislación en una urna.


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