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El mar Negro se rebela pese al miedo a Rusia | Internacional

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Cuatro de la tarde en el estuario de Pivdene, en la costa sur de Ucrania. Un zumbido acompaña a una enorme polvareda sobre el buque granelero Gloria M. La cadena de transporte funciona a buen ritmo en uno de los atracaderos de la terminal gestionada por el gigante TIS (TransInvestService), en el puerto más grande del país, situado en la localidad del mismo nombre que el estuario. Los estibadores tienen casi listo el carguero para que emprenda la travesía. El rumbo: navegación a un golpe de vista de las costas de Bulgaria y Rumania, a través del mar Negro, con dirección al Bósforo y de ahí, al Mediterráneo. Es la llamada ruta ucrania, la que logró asegurar la fuerza naval del país a finales de 2023 tras hacer huir a la flota rusa. Funciona, es un éxito militar, pero le queda un trecho. Incluso con un crecimiento notable, las exportaciones no llegan a los niveles de preguerra. Los puertos de Odesa marchan a un 70%-80% de la capacidad que tienen. En otros de la región, la actividad es aún muy inferior a la de 2021. El porqué: el miedo a los ataques del ejército ruso.El pasado 11 de marzo, cuatro marineros sirios murieron a bordo de su buque en el puerto de Odesa por el impacto de un misil. Dos semanas después, Ucrania y Rusia, con la mediación de Estados Unidos, pactaron un alto el fuego en el mar, sin que se supiera a ciencia cierta ni condiciones ni duración. Hay bombardeos sobre la región, aunque a niveles inferiores a los de hace meses. Kiev, no obstante, sigue acusando a Moscú de atacar el territorio ucranio desde las aguas del mar Negro.“Esperábamos ver un texto escrito”, afirma Yurii Vaskov, exministro de Infraestructuras (2021-2024), sobre el cese de hostilidades. De 45 años y natural de Odesa, Vaskov estaba al cargo de ese departamento tanto al inicio de la ofensiva rusa como cuando se firmó el pacto con Moscú para recuperar el tránsito del grano, en el verano de 2022. “Tras aquel acuerdo”, dice, “llegamos a exportar 30.000 millones de toneladas en un año”. Pero Moscú se descolgó un año después. Por entonces ya funcionaba la ruta alternativa del Danubio, a través de los puertos de Izmail y Remi, aunque su capacidad de carga es inferior, así como la profundidad de las aguas. El resto de las exportaciones salían por tren o carretera hacia el oeste.“Fue iniciativa del Gobierno empezar a trabajar en nuestro propio corredor”, continúa Vaskov. En solo unos meses, la ruta marchaba a través de los puertos de Pivdene, Chernomorsk y de la ciudad de Odesa, los tres en el sur del país —antes de la ocupación, Ucrania contaba con 18 puertos, la mayoría bajo control hoy de Moscú—. Y eso, recuerda el exministro, pese a los cientos de ataques contra la zona perpetrados por Rusia. “Los agricultores han tenido muy difícil sobrevivir”, prosigue Vaskov.Aleksei Myaskovskii, de 49 años, es el jefe del puerto de la ciudad de Odesa. Recuerda que el inicio de las hostilidades lanzadas por el ejército ruso dejó a 63 buques bloqueados. “Fue una situación muy difícil”, afirma. También en lo personal. Es padre de familia y sus suegros vivían cerca del muelle. Desde entonces, ha llovido mucho. “Ahora estamos trabajando a entre el 70% y el 80% de la capacidad”, continúa. Pueden mover en torno a 28.000 toneladas al año. En 2024, un millar de cargueros atracaron en su puerto para hacer circular 21.000 toneladas. “Es muy importante, crítico, que se alcance un alto el fuego”, incide Myaskovskii.Destrozos tras una ataque ruso con drones en Odesa, el pasado 21 de marzo.Ukrinform/NurPhoto via Getty Images (NurPhoto via Getty Images)Reconoce este responsable que llevan unas semanas sin ataques; que la fuerza naval les protege de los misiles y drones, que pueden interceptarlos desde las aguas incluso a través de los sistemas de defensa antiaérea Patriot, pero que siempre puede haber riesgo de que caigan fragmentos. “La gente tiene miedo cuando va a trabajar al puerto”, relata Myaskovskii.Para el ejército ruso, la franja costera ucrania está a un tiro de piedra. Algo más de 100 kilómetros separan Pivdene del territorio de la península de Crimea, anexionada ilegalmente por Rusia. Esto afecta al comercio. El temor tiene una autoría, Rusia, pero muchas víctimas. Existe miedo entre los ciudadanos de una urbe como Odesa (un millón de habitantes antes de la guerra) que cada semana sufre la llegada de drones con destino a las infraestructuras portuarias —tres personas resultaron heridas el pasado miércoles por un ataque de esos aparatos—; lo hay también entre los empleados de los puertos porque trabajan en un lugar que es objetivo militar; así como hay recelo entre compradores y vendedores por la falta de seguridad.Y esta desconfianza ha llevado a elevar los precios de los seguros de flete. “La seguridad es el principal problema”, afirma Arthur Nitsevich, abogado especializado en Derecho Marítimo. “También somos prisioneros del mercado”, prosigue. Nacido en Odesa hace 53 años, Nitsevich explica que, debido a la situación de alto riesgo en la zona, los buques requieren un seguro de guerra para operar. En la actualidad, el Gobierno ucranio ofrece uno, además de otras entidades internacionales. Así, sí se puede llegar a los puertos de Odesa, pero con un incremento del coste por tonelada de en torno al 1,5%.“Muchos comerciantes me dicen que no son competitivos”, continúa Nitsevich, “pero la gente sigue trabajando”. También hay cargueros que miran a otro lado y navegan sin estos seguros, especialmente desde Oriente Próximo o el norte de África. “Países como España, Grecia o el Reino Unido”, añade, “no se pueden permitir entrar sin estar asegurados”.La ruta ucrania por el mar Negro prospera, con el grano como principal producto de venta y creciendo en mineral de hierro, a pesar de que el cinturón oriental del metal ha caído en gran medida bajo control ruso. Según los datos de la autoridad portuaria, las exportaciones marítimas crecieron el pasado año un 57%, de 62 millones de toneladas a 97,2 millones. En 2021, esa partida comercial ascendía a 157,3 millones.El transporte camina, pero cojo. Debido a la cercanía de la línea de frente, el puerto de Mikolaiv, que concentraba un 25% de las exportaciones portuarias antes de la gran ofensiva, sigue cerrado. No se puede garantizar la salida desde el río Bug hasta el mar Negro. A unos 50 metros del atracadero donde aguarda el granelero Gloria M., en el estuario de Pivdene, llega por una vía de tren un cargamento de grano de la empresa agrícola Nibulon, con sede precisamente en Mikolaiv. Es la vía alternativa que eligieron para salvar el bloqueo.La terminal de TIS cuenta con una capacidad para almacenar cinco millones de toneladas en 25 atracaderos. Un monstruo entre los operadores. Mueve 400.000 toneladas al mes, una cifra ligeramente inferior a la del periodo de preguerra. Cuenta Philipp Grushko, de 41 años y miembro de la junta directiva de la empresa, que es un mensaje que hay que trasladar al mundo, que ellos siguen haciendo lo mismo que antes. “A pesar de que no hay alto el fuego”, dice, “nosotros estamos trabajando”. Va un poco más allá: sostiene que el cese de los ataques sería beneficioso, que enseguida, en dos o tres meses, se trasladaría a los precios de seguros y logística; sería bueno para agricultores, compradores y vendedores, pero que es más Rusia la que necesita esa tregua para relanzar sus exportaciones desde el puerto de Novorosiisk, en Krasnodar, al otro lado del estrecho de Kerch.


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