La relación del papa Francisco con la política española ha tenido siempre un punto paradójico. Al frente de una institución esencialmente conservadora, su pontificado ha suscitado más simpatías en la izquierda que en la derecha. La paradoja se extendió hasta este mismo lunes, día de su muerte, cuando —por poner un ejemplo entre muchos posibles— el secretario general del Partido Comunista de España dijo adiós a Francisco con mucha más calidez que el secretario general de Vox.“España evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio. Esta es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra”, escribió Menéndez Pelayo sobre un país donde la secular intimidad entre trono y altar ha despertado históricamente el recelo de liberales y progresistas. El nacionalcatolicismo, que incrustó a la Iglesia en el tuétano del Estado, y ya en democracia los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI aquilataron la desconfianza de la izquierda hacia la jerarquía eclesial, que encontraba su máxima expresión en la silla de Pedro. Fue hasta 2013 una constante: las muestras de sintonía política con la Santa Sede solían provenir del campo conservador. Francisco le dio la vuelta a la tortilla.Este lunes no fue, claro, jornada de críticas. Ni siquiera entre quienes fueron sus detractores. Pero la diferencia de los mensajes según su procedencia ideológica saltó a la vista. La mayoría fueron difundidos a través de las redes sociales. El presidente, Pedro Sánchez, que evitó publicar una foto de sí mismo con el Papa, destacó el “compromiso con la paz, la justicia social y los más vulnerables” de Francisco. Esa fue la tónica habitual en el Ejecutivo y sus aliados de izquierdas, que recalcaban los rasgos de una obra papal que ven alineada con valores progresistas. El Gobierno subrayó la importancia del momento con una declaración institucional de Félix Bolaños, ministro de Presidencia, elogiando a un religioso que “deja un legado para la historia”.Fue “un embajador del trabajo decente, de la paz y de la justicia social”, escribió Yolanda Díaz, de Movimiento Sumar, que en 2021 protagonizó una sonada reunión en el Vaticano con —un muy sonriente— Francisco, al que la vicepresidenta le presentó al año siguiente en Madrid un libro sobre sus primeros diez años de papado, Os ruego en nombre de Dios (Ediciones Mensajero).Aquella presentación tuvo trastienda política. A pocas fechas de celebrarse, no había una cara conocida para protagonizarla. Fuentes editoriales señalan que fue el propio Francisco el que dio dos nombres: Jordi Évole o Yolanda Díaz. La vicepresidenta aceptó sin titubear. “Toda persona que esté en la cosa pública debería no solo leerlo, sino trabajarlo”, afirmó Díaz, que este lunes se sumó al coro de voces elogiosas con Francisco.También lo hizo la ministra de Sanidad, Mónica García, de Más Madrid, que subrayó su “preocupación” por “el cambio climático, la pobreza y la desigualdad”. Incluso desde las filas comunistas llegaron parabienes. El líder de IU, Antonio Maíllo —“una voz valiente contra la injusticia social”— y el secretario general del PCE, Enrique Santiago —“valores de fraternidad y respeto al medio ambiente”— dedicaron al Papa mensajes de reconocimiento y sintonía. En Podemos, que suele diferenciarse por la izquierda en cada ocasión, esta vez sus principales referentes se sumaron a las despedidas cálidas. Como la de su europarlamentaria Irene Montero, para quien Francisco “usó su poder contra la desigualdad” y contra “el genocidio” y la “política migratoria” de Trump.De los desencuentros a la despedidaLas reacciones en el terreno conservador presentaron diferentes grados: más frías cuanto más a la derecha. Jorge Mario Bergoglio ha estado lejos de seducir al PP como lo hicieron Karol Wojtyła y Joseph Ratzinger. Pablo Casado, que presidió el partido hasta 2022, llegó a replicar a Francisco cuando este afirmó que visitaría España “cuando haya paz”. “En España ya hay paz”, dijo Casado, aunque hay analistas que interpretan que Francisco no se refería a “paz” entre españoles, sino entre las corrientes de la jerarquía española, que el Papa vio poco entusiasmada con sus reformas.El embate más duro del PP contra el Papa vino en 2021 de Isabel Díaz Ayuso, que criticó que “un católico que habla español”, en referencia a Francisco, pidiera perdón por los “pecados” de la Iglesia durante la conquista de América. “Me sorprende que hable así de un legado que fue llevar el español y a través de las misiones el catolicismo, y, por tanto, la civilización, la libertad, al continente americano”, dijo la presidenta madrileña. A Francisco nunca se le escuchó ninguna equiparación entre cristiandad y civilización.Pero este lunes no fue día para subrayar esas discrepancias en un partido que se declara en sus estatutos legatario del “humanismo cristiano”. Alberto Núñez Feijóo, que al igual que Yolanda Díaz publicó una foto de una reunión con Francisco, se despidió del “Papa que hablaba español y a punto estuvo de peregrinar a Santiago de Compostela”. “Ha servido al mundo y a la Iglesia desde sus convicciones”, anotó. Ayuso, en un acto oficial en Madrid en el que hubo un minuto de silencio, dio el pésame al mundo católico por el adiós del “primer pontífice hispanoamericano”.Lamento el fallecimiento del Papa Francisco. El Papa que hablaba español y a punto estuvo de peregrinar a Santiago de Compostela. Ha servido al mundo y a la Iglesia desde sus convicciones y pensamiento hasta el último instante.Descanse en paz. pic.twitter.com/VKgqZDGerK— Alberto Núñez Feijóo (@NunezFeijoo) April 21, 2025
A diferencia de los mensajes del Gobierno y sus socios de izquierdas, ni Feijóo ni Ayuso subrayaron sintonía ideológica con Francisco, un pontífice que escribió sendas encíclicas contra el “dogma de fe neoliberal” y sobre la necesidad de cuidar la Tierra ante el cambio climático, y que colocó en el centro de su discurso la exigencia de acogida al extranjero. Más proximidad mostró el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, que en un acto en Sevilla destacó el “compromiso con los más débiles y vulnerables” de Francisco.El pontífice argentino suscitó durante su papado múltiples críticas de Vox. Su presidente, Santiago Abascal, llegó a referirse en 2020 a Francisco como “ciudadano Bergoglio”, de forma análoga al “ciudadano Borbón” que le dedican algunos republicanos a Felipe VI. El año anterior, el que fuera portavoz del partido en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, trató de desmontar el discurso sobre inmigración del Papa animándolo a acoger él mismo en el Vaticano a los extranjeros “sin papeles” que quisiera, pero sin meterse en lo que hacen otros Estados.Pero nadie en Vox llegó tan lejos como dos curas de la Diócesis de Toledo que fueron reprendidos por el arzobispo tras expresar en un canal de YouTube sus deseos de una pronta muerte del Papa. Aquel episodio evidenció la antipatía hacia Francisco de sectores de la derecha ultracatólica, cuya guerra se recrudeció cuando el Vaticano publicó a principios de 2024 una declaración en la que aprobaba bendecir a las parejas homosexuales, aunque sin equipararlas al matrimonio.Vox, alineado con los sectores del catolicismo que creen que las prioridades de la Iglesia deben ser combatir el aborto y fortalecer la identidad cristiana de Europa ante la inmigración musulmana, despidió este lunes con correcta frialdad al pontífice que se centró en la lucha contra la pobreza y la denuncia de los abusos contra el extranjero. A Abascal le valieron cien caracteres: “Nos unimos a las oraciones de millones de católicos por el alma del Papa Francisco. Descanse en Paz”. El secretario general del partido, Ignacio Garriga, que estudió en La Farga, escuela religiosa vinculada al Opus Dei —organización que vio retroceder su poder con Francisco en Roma—, también fue sucinto: “Los católicos hoy estamos de luto y rezamos por el alma del Papa Francisco. Descanse en Paz”. El europarlamentario Hermann Tertsch, que suele extremar los mensajes, no escondió su valoración crítica: “Desde luego no se le recordará por su amor a España”.