Las dos enfermeras que denunciaron a un cirujano por cometer una agresión sexual contra una paciente mientras estaba anestesiada en un hospital privado de Murcia han explicado a la policía que “no entendían” los continuos movimientos pélvicos del facultativo mientras operaba a la mujer. Ambas detallaron en su declaración policial numerosos comportamientos que les parecieron poco habituales durante la intervención. EL PAÍS ha tenido acceso al atestado policial remitido al juzgado de Violencia sobre la Mujer Número 2 de Murcia, en el que se basó la decisión de enviar a prisión a este facultativo el pasado 13 de diciembre, nueve días después del episodio. La publicación del caso en los medios de comunicación ha llevado a otra mujer que fue intervenida por este mismo médico a cursar otra denuncia contra él, según han confirmado fuentes policiales, que habrían citado también a declarar como testigos a otras pacientes del detenido. El pasado 4 de diciembre, un cirujano tenía una operación en el hospital privado IMED Virgen de la Fuensanta de Murcia. El facultativo no está contratado, sino que alquiló un quirófano. La operación, según explicaron en su declaración la enfermera y la auxiliar de enfermería que lo asistían, consistía en una liposucción o extracción de grasa de los glúteos para después implantar esa grasa en el pecho. Para llevar a cabo la extracción, la paciente estaba colocada en una camilla ginecológica y el cirujano, situado entre sus piernas, algo normal en este tipo de operaciones. Sin embargo, a ambas les llamó la atención que el propio médico movió la camilla de su sitio habitual y la colocó de modo que él veía de frente la puerta del quirófano. También les extrañó su insistencia en que esa puerta se mantuviera cerrada. Y que fue él mismo quien se encargó de aplicar desinfectante en las piernas de la paciente y de colocarle una sonda para la orina, labores que habitualmente realiza el personal de enfermería.La auxiliar fue quien primero se percató de una actitud en el médico que no le pareció normal. El facultativo, según su declaración, le pidió que no se colocara detrás de él, sino a un lado de la camilla. Desde esa posición, se dio cuenta de que hacía “movimientos continuos con la pelvis, como si se tratara de un balanceo”. La profesional “no entendía esos movimientos, no eran normales”, por lo que, con gestos, llamó la atención de la enfermera instrumentista, que estuvo de espaldas al cirujano para darle el material para la operación durante la mayoría del tiempo, para que también viera lo que estaba ocurriendo en el quirófano.Además, decidió grabar dos vídeos con su teléfono móvil “pese a saber que no debía hacerlo”. La enfermera, que había trabajado en numerosas operaciones anteriores con este cirujano sin notar ningún comportamiento anómalo, declaró ante la policía que tampoco le habían parecido normales los movimientos pélvicos del doctor, y se sentía “incómoda e incrédula ante lo que creía que estaba pasando”. En un momento de la intervención, el médico le preguntó si quería salir a almorzar, algo que le sorprendió, puesto que esta profesional nunca abandona el quirófano durante las operaciones. Según relató, una vez finalizada la liposucción, el cirujano continuó al menos media hora más junto a la paciente y alegó que estaba “retocando” la cirugía, a pesar de que la maquinaria que se emplea en estas operaciones estaba ya desconectada y fuera de funcionamiento. Ambas profesionales han coincidido en que durante el tiempo que duró la intervención el médico solo detuvo sus movimientos de cadera cuando entraba en el quirófano el anestesista, al que veía llegar porque estaba de frente a la puerta. Las dos han explicado que, tras la liposucción, el cirujano se colocó detrás de una columna para quitarse la bata quirúrgica, que rompió por la parte delantera en lugar de desatar los lazos con los que se cierra por la espalda. En ese momento la auxiliar asegura que vio como se subía los pantalones, y recordaba incluso el color de su ropa interior.Muestras biológicas de la basura del quirófano Tras la liposucción el cirujano llevó a cabo la intervención para el aumento de pecho y, cuando terminó la operación, que en total se prolongó unas cuatro horas, las dos enfermeras vieron los vídeos y, “desencajadas”, decidieron hablar con la directora de enfermería del hospital y la supervisora de enfermería del quirófano. Acordaron también no deshacerse de la basura del quirófano por si podía arrojar pistas sobre lo sucedido y, de hecho, la policía ha recabado muestras biológicas de ese material, según recoge el atestado.Las responsables de enfermería trasladaron la situación a la directora médica y el director gerente del hospital en una reunión que tuvo lugar la mañana después de la operación, porque no se encontraban en ese momento en las instalaciones. Después, denunciaron los hechos ante la policía. Ninguno de ellos planteó llevar a cabo un examen ginecológico de la paciente, que fue dada de alta esa mañana. Tampoco la llamaron para advertirle de las sospechas que tenían, sino que fue la policía quien contactó con ella, la trasladó a un hospital público para ese análisis ginecológico y le tomó declaración. La mujer solo pudo manifestar que estaba en estado de shock y que no era consciente de lo que había sucedido, y pidió que se continuara con la investigación. El abogado de la víctima, Raúl Pardo-Geijo, ha explicado a EL PAÍS que aún no cuenta con información oficial sobre la posible agresión, de la solo ha podido ver “tres fotogramas” de los vídeos grabados durante la operación, que son “solo un indicio”, por lo que ha preferido ser cauto. “Cuando me den traslado de la causa, si aprecio base sólida, actuaré con la máxima contundencia que me permite el Código Penal”, ha señalado. El letrado que representa al cirujano no ha respondido a las solicitudes de información de este periódico.La policía tomó declaración también a una amiga de la víctima que la acompañó el día de la operación y en las consultas previas a la misma con el cirujano. Esa mujer les alertó de que el médico, natural de México y con familiares en Estados Unidos, les había contado que tenía previsto un viaje a ese país este mismo año, uno de los extremos que influyó en el decreto de prisión provisional por el posible riesgo de fuga.

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