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Repartir riqueza es avanzar, no repartir poder es retroceder | Opinión

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Desde una perspectiva de opinión pública, la presidenta Claudia Sheinbaum arranca su sexenio con un gran respaldo social y altas expectativas. Las razones son múltiples, algunas heredadas de la anterior administración, otras propias de su biografía y personalidad y una más “como anillo al dedo” por los ataques de Trump a nuestro país.Su propuesta de construir el llamado “segundo piso de la transformación” presenta una piedra angular, fisuras visibles y vicios ocultos que podrían debilitar sus cimientos.La piedra angular está en los apoyos sociales, la “medicina de la dignidad” para los históricamente excluidos y la redistribución de la riqueza. Las fisuras están a la vista de todos: inseguridad, salud, desarrollo económico, luchas intestinas en su movimiento y persistencia de prácticas corruptas. Y los vicios ocultos —más difíciles de ver a simple vista, pero igual de relevantes— se relacionan con la creciente concentración del poder y el debilitamiento de instituciones clave para la vida democrática (como cambiar de golpe a todo el poder judicial).Una continuidad lineal de lo hecho el sexenio pasado (más de demolición que de construcción) no podría lograr satisfacer las demandas de la población.Así lo prefigura el estudio realizado por LEXIA sobre Esperanzas y Temores de las y los mexicanos al arranque del sexenio (2000 encuestas en hogares / 10 grupos de discusión y 12 historias de vida) cuya finalidad principal ha sido escuchar a fondo lo que sienten y quieren diversos sectores de la sociedad mexicana.Durante el estudio encontramos cinco segmentos de la población: fieles entusiasmados (20%), convencidos pragmáticos (23%), indiferentes optimistas (26%), indiferentes pesimistas (16%) y críticos antagonistas (15%).Aunque estos segmentos se construyen a partir de las diferencias entre las perspectivas de la gente, también encontramos una serie de consensos transversales que tocan todos los segmentos. Consensos que forman un piso común sobre el cual se puede construir un mejor edificio.Más allá de una visión partidista -a favor, en contra o indiferente- esto abre al país una serie de riesgos y oportunidades que debemos enfrentar entre todos.México ha sido y es un país desigual, con grandes contrastes, por lo que será muy bien valorado todo lo que reduzca las brechas de clase, color de piel, género, poder adquisitivo, tipo de empleo. La agenda de redistribución (apoyos sociales, salario mínimo) tiene gran respaldo: Repartir riqueza es avanzar.Los programas sociales brindan estabilidad y certidumbre para no caer en la miseria. Son necesarios y muy valorados… pero a la vez son insuficientes. Es muy errada la percepción – presente entre sectores de las clases altas- de que quienes los reciben se conforman y abandonan sus aspiraciones por mejorar y salir adelante. Desde el campesino más humilde hasta el profesionista más preparado, casi todo mundo desea prosperar.La demanda por empleos dignos y bien pagados es mucho mayor que por nuevos apoyos sociales. La puesta en marcha del Plan México y hablar de “prosperidad compartida” son pasos en la dirección correcta que parecen matizar el discurso y la actitud anti empresarial y espanta inversiones. Ahora el reto es retomar la senda del crecimiento económico ante un escenario global plagado de incertidumbres y una economía nacional a la que le han apagado los motores del crecimiento.El mayor temor de la sociedad mexicana está en la crisis de seguridad y la alarmante persistencia del crimen y la violencia. Hay un claro rechazo a “la guerra contra las drogas de Calderón” y a los “abrazos no balazos de López Obrador”. Se espera del gobierno mayor empatía, acciones decididas y cortar lazos con el crimen organizado.Hay preocupación e indignación por la inoperancia de muchos servicios prestados por el gobierno, destacando especialmente la crisis del sector salud, al que la administración anterior dejo sin recursos para operar adecuadamente y con un agudo desabasto de medicamentos.En 2000, Vicente Fox ganó la presidencia con la bandera de acabar la corrupción, lo mismo hizo López Obrador en 2018 y el tema tenderá a retomar centralidad en los años por venir, pues los ciudadanos no perciben grandes avances. Acabar con la corrupción sigue siendo una asignatura pendiente. Este es un previsible talón de Aquiles del grupo en el poder que cuenta entre sus filas a una colección de personajes cuestionados (Rubén Rocha Moya, Cuauhtémoc Blanco, Andrea Chávez, Pedro Haces y un largo etcétera).Es falso que a la gente no le importe la democracia, lo que es cierto es que su entendimiento del concepto no se apega plenamente ni a las definiciones liberales (equilibrio de poderes, contrapesos, rendición de cuentas, derechos de las minorías, etc.) ni a las populistas (imposición de la voluntad mayoritaria). La gente aprecia la democracia cuando esta le da un valor de cambio a su voz y a su voto. Concentrar poder es ir para atrás.Si la gente está contenta con el reparto de la riqueza también lo estaría con el reparto del poder. Hay rechazo al monopolio, a la uniformidad, al pensamiento único, a un México monocromático. Nunca más 70 años de un partido hegemónico: No repartir poder es retroceder.Uno de los debates fundamentales que se darán en la opinión pública en los próximos años será ganar la batalla sobre qué debemos entender por democracia (consenso pendiente).Estos consensos son una buena materia prima no solo para la presidenta sino también para las fuerzas políticas opositoras a quienes se les demanda que reconozcan los avances en materia de equidad, que si señalan errores lo acompañen de propuestas de solución y que luchen con todo para evitar los abusos de poder que podrían multiplicarse a causa de la destrucción de equilibrios y contrapesos.No solo en México, sino en todo el mundo, vivimos una crisis de la escucha, en la que somos más proclives a defender nuestra perspectiva que abrirnos a los demás para comprender sus puntos de vista. Negarnos a escuchar a todos aquellos que no concuerdan con nosotros se convierte en nuestro grano de arena para afianzar la polarización, el desencuentro y el conflicto.Este estudio nos muestra que una buena forma de caminar juntos pasa por asumir que tener diferencias no solo es válido sino enriquecedor y que enfocarnos en los consensos es la mejor forma de construir un mejor edificio para todos… con la participación de todos.


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